Por: Julio Torres
Los obstáculos con los que tropezamos en la vida son efectos comunes, y creo que hasta necesarios, pareciera que dentro de nuestro argumento de vida están en primera fila.
Desde la primera edad de la vida, las primeras enseñanzas de la vida, se presentan por medio de fracasos y desde luego que no son muy agradables, pero así es la vida, debemos fracasar.
Pero el fracaso es sinónimo de aprendizaje, y aquí es donde el asunto se vuelve complejo, porque se hace necesario contar con la ayuda de una mano amiga, que nos ayude a cruzar los obstáculos sin perjudicarnos.
Con toda la impotencia, contra el error y la astucia, de quienes saben que estamos a merced de los astutos, de los hipócritas y los ambiciosos, parece que estamos contra el mundo.
Ese mundo, erizado de escollos donde prevalece la ignorancia, y no se encuentran maestros que nos ayuden, se vuelve terreno fértil, para caer en las redes de los ambiciosos.
Primero es el caos, con ruidos y truenos que no entendemos, como si se tratara de un tornado o un ciclón donde el elemento aire ocupa el primer plano, pero siempre volverá la calma.
Es indudable que se requiere de un apoyo, esto es, una mano amiga que nos ayude a entender lo sucedido, mientras el caos nos tenía atrapado, no se entiende ¿qué es más dañino?, el caos o la calma perfecta.
Una vez que ha pasado el huracán, viene el reposo, que podemos comparar a la edad del error, es decir, la primera edad, la edad de la duda, pero se goza la tranquilidad y la paz del alma que satisface la conciencia.
Después llegamos a la segunda edad, donde, parece estar frente a nuestros ojos un mar de bronce, que significa la tranquilidad del agua quieta y cristalina, y se forman olas que simulan las pasiones que subyugan.
El riesgo es que nos volvemos jueces y verdugos, porque sale a flote la tendencia a confiarle la satisfacción de los agravios, con el insulto de la moral y la razón, pero significa que estamos a punto de entender la victoria sobre el elemento agua.
Cuando avanzamos en edad, es tiempo de enfrentarnos a obstáculos más fuertes, más arriesgados, como si se tratara de avanzar en medio de una zona de fuego, a una zona peligrosa.
De acuerdo con la tradición se dice que el fuego todo lo purifica, si eso es verdad, bien vale la pena cruzar el fuego más intenso, con tal de obtener la madurez necesaria para enfrentar cualquier situación, por peligrosa que esta sea.
Tanto el caos y la tranquilidad después, no es más que el proceso que la vida nos tiene preparado, con el fin de que la madurez que obtengamos, es a final de cuentas el principal objetivo.
Pero como quedó establecido al principio, es necesario y quizás indispensable, que una mano amiga este siempre a nuestro lado, para ayudarnos a caminar con paso firme entre las dificultades.
Tratar de hacerlo sin ayuda, equivale a caminar por la vida con los ojos cerrados, y no quiero pensar la cantidad de tropiezos que sufriremos tratando de aprender a caminar solos.
Caminar con la ayuda necesaria es prudente e inteligente, tratar de caminar solo, es la mayor de las imprudencias y el resultado puede ser desastroso.
Busquemos siempre una mano amiga, para caminar con seguridad siempre.
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