Por: Julio Torres.
Muchas disciplinas
recomiendan que al establecer comunicación que podemos llamar natural como es
en la oración o simplemente cuando no contamos con un equipo especial que nos
permita enviar un mensaje a determinada persona, lo recomendable es tratar de imaginar
a la persona receptora de nuestro mensaje y ella lo escuchará.
Por miles de años
pareciera que ese ha sido el único sistema utilizado que se denominó como
“magia” pero hasta que punto es magia o hasta que punto es una realidad, lo
importante es que ha funcionado, nadie sabe como funciona pero el hecho es que
funciona.
Muchas veces he
recomendado tratar de comprender el fenómeno que ocurre con la oración
establecida en la liturgia católica, que cuenta con un regimiento de “santos”
adecuados para cada ser humano siempre que existe la llamada devoción que la
liturgia establece.
Alguien explicó la
mecánica de la siguiente forma: Como generalmente se utiliza la comunicación
espiritual con el fin de solicitar ayuda o agradecer un favor recibido,
entonces se elige la imagen de un santo o del ser supremo como lo imagine, y
solicita o agradece describiendo concretamente dicha petición o mensaje.
Deduzco que no
necesariamente es la imagen o la entidad espiritual la que escucha la petición,
que en realidad no importa quien la escuche o quien la perciba, lo importante
es que alguien reciba ese mensaje y lo transmita a su vez a otra entidad y ella
a otra hasta llegar a su destino.
Dicha petición
entonces, debe ser lo más concreta y específica posible, ya que coloquialmente
dicho, estará siendo transmitida de “boca a oído” como ocurre en situaciones
practicadas en este mundo cuando transmitimos un mensaje de “boca a oído”.
En los ejercicios de
comunicación humana se le ha calificado como “teléfono descompuesto” al
transmitir un mensaje de boca a oído, porque casi nunca llega el mensaje
original a la última persona que lo recibe, pues a medida que ese mensaje pasa
de una a otra persona, por sistema se desvirtúa en cada paso de la
comunicación.
Imaginemos entonces
lo que significa hacer una petición divina que carece de los elementos
necesarios o suficientes, que permitan afirmar que nuestro mensaje llegará a
buen puerto, ya que esa petición pasará de boca a oído en un número determinado
de “personas o entidades”.
Sucede lo mismo con
la oración y en este caso me refiero a todo tipo de oración en cualquier
disciplina, pues si la petición carece de elementos concretos y bien definidos,
lo más seguro es que el mensaje nunca llegue a su destino, y tal vez se
convierta en el principio de una incredulidad hasta enfermiza en el mundo que
nos rodea.
Así pues, se
recomienda primero: estructurar un mensaje con todos los elementos necesarios
que nos aseguren que no sufriremos un “teléfono descompuesto” y experimentar la
frustración de pensar que a quien le hicimos la petición nunca se enteró de
ello, o si llegó fuera de tiempo y cuando nos envía la respuesta ya no la
necesitamos.
El principio dice
que: “Como es arriba es abajo” o sea, que como nos comunicamos entre nosotros
de manera cotidiana, no tiene porque ser distinto en los terrenos divinos, pues
si como lo establecen las religiones existe ese otro mundo, poblado de quienes
ya no se encuentran con nosotros, entonces, no tiene que ser distinto, solo se
trata de inteligencias que actúan de manera similar, creo que vale la pena
hacer esta reflexión, ¿no le parece?
Conviene entonces
hacer ejercicios de comunicación de “boca a oído” y ejercitar la manera de
estructurar mensajes concretos y bien definidos.
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