Por: Enrique Roberto Hernández Oñate
Sus tres puntas
tenían un ligero toque dorado y aunque suene repetitivo, era delicioso al tacto
y de un brillo impactante. Mientras observaba el cojín carmesí un brusco y
repentino viento entrando por la ventana me regresó al mundo real y de paso
alborotó los papeles que se encontraban sobre la mesa. Al recoger el tiradero
ocasionado por el ventarrón leí una de las tantas notas voladoras que con
letras claras y bien definidas decía -equilibrio-, y esa palabra llegó cual
epifanía pues era justamente lo que buscaba hacer con esa almohadilla:
Equilibrar.
Por su origen,
la palabra equilibrio significa igual o balanza de donde se puede intuir que
todo aquello que se jacte de ser equilibrado debe coordinar e incluso
esconderse material y/o espiritualmente de sí mismo o de su entorno, de tal
forma que su naturaleza no sobresalga de la naturaleza ajena o propia, haciendo
de esto una sola naturaleza totalmente diferente a la que se tiene por
separado. Pero en este caso, ¿qué hay que equilibrar? Coloqué la vista y mi
atención repasando mentalmente, que es lo que necesito igualar, y era más que
obvio.
Aunque la
naturaleza del abrecartas era agresiva y honorable, su utilidad era algo muy
distinto, lo agresivo se llevaría la mayor parte de las miradas que cayeran
sobre él y muchas de ellas dirían ¿Qué hace un cuchillo encima de esa mesa? ¿A
quién quiere hacerle daño? Y es precisamente lo que quiero evitar, razón por la
cual he decidido desde este momento poner ese cojín en el punto medio del
abrecartas que se postra sobre la mesa de centro, de tal forma que luzca la
forma ondulada y deje brillar la empuñadura celestial.
La almohadilla
en esa mesa equilibra la luz y de paso hace más amigable la imagen que se
pudiera tener del abrecartas zigzagueante y no encontré razón alguna para
quitarlo de ahí. Este suceso me hizo extraer de la memoria una vieja frase
como: “lo material y lo espiritual en perfecto equilibrio” y efectivamente para
eso se había creado aquel objeto, nació para estar ahí.
Reitero la
definición de equilibrio; a simple vista el abrecartas es belicoso y áspero, el
cojín solo era algo demasiado suave. Los dos por su origen individual
simbolizaban solo eso no más. Pero, al unirlos, se vuelven un solo objeto. El
abrecartas se ve honorable mientras el cojín suave cobra fuerza y poder.
Uno y otro se
someten mutuamente, haciendo un fenómeno similar al de un martillo y un cincel;
aquí el martillo somete con su fuerza al cincel para destruir o partir mientras
el cincel somete la fuerza del martillo para desbastar y/o pulir.
Siendo
este mi día de suerte y como caído del cielo, ese paquete contenía algo para
llenar el espíritu…un libro sagrado…
No hay comentarios:
Publicar un comentario