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domingo, 12 de junio de 2011

Aplicar la masonería

mejores hombres para cada actividad social

Por: Julio Torres.

Lo primero que se aprende al ingresar a la masonería es a utilizar la fuerza que proporciona la candidez de un niño que solo cuenta con tres años de edad con deseos de saber todo.

Una vez que comienza a entender lo que la masonería le muestra, aprecia y disfruta la belleza de las cosas que  la vida le ofrece, por medio de símbolos entendibles y manejables.

Luego se entera de que posee inteligencia por sobre el resto de las especies vivas, lo que le permite deducir y obtener la mejor opción en cada uno de los asuntos que le atañen.

Sabe también que puede actuar con rectitud o no, esto es, descubre que tiene el poder de decidir libremente si procede con rectitud, en favor o en contra y lo bautiza como libre albedrío.

Aprende también a utilizar el concepto de valor, pero no un valor para enfrentar discrepancias de cualquier tipo, sino el valor para dar a cada cosa la dimensión que en realidad poseen.

El practicar los conceptos apuntados exige una dosis de prudencia necesaria para evitar cualquier exageración que pueda dañar los buenos oficios que se pretenden.

El epilogo de todo lo que hemos estado relatando hasta el momento, tiene un objetivo firme y concreto, la filantropía, que todo masón que se precie de serlo, debe practicar sin restricción.

Cuando hemos aprendido y practicado los conocimientos descritos, con sencillez encontramos que nos volvemos más útiles a nuestros semejantes, ahora comienza a tener sentido cada uno de los símbolos visibles e invisibles en los trabajos de logia.

Es claro que falta mucho camino por recorrer, ahora nos enfrentamos en realidad a los verdaderos enemigos de la masonería, la ignorancia, la hipocresía y la ambición.

Personajes conocidos desde temprana edad han sido esos enemigos, los hemos visto, los hemos sentido, nos han hecho daño indudablemente, pero, ¿Cómo defendernos?

La ignorancia hemos visto que uno de los enemigos más feroces para el ser humano, con ella nos colocamos a merced del que más sabe, del que por azar o por herencia tiene todo.

La ignorancia siempre va de la mano de la apatía o la pereza, la ignorancia no se encuentra en la persona que tiene deseos de superación, la ignorancia casi es sinónimo de flojera.

Una persona hipócrita es normalmente el ejecutor de los males que aquejan al ignorante, ya que en él encuentra terreno fértil para hacer funcionar todos los proyectos necesarios para él.

Logra inclusive dominar a tal grado al ignorante, que es capaz de convertirlo en fanático de cualquier disciplina, inclusive religiosa y no siempre con buenas intenciones.

Luego entra en escena el otro enemigo, el ambicioso, que no se detiene ante nada ni ante nadie para conseguir lo que quiera a cualquier costo, que en general lo paga el ignorante.

Podemos imaginar lo que sucede cuando una sola persona acapara la hipocresía y la ambición, no me atrevo a describir lo que puede conseguir si tiene a la mano a un ignorante.

Creo que se entiende ahora la razón de existir de la masonería y la manera de aplicar los conocimientos, pero siempre en bien general de la humanidad.

Por medio de símbolos hemos aprendido a utilizar la fuerza con inteligencia, apreciamos ahora la belleza desde otro punto de vista con la candidez de quien comienza a aprender.

Encontramos similitudes entre la belleza y la rectitud, entre el valor y la candidez, entre la prudencia que nos obliga a moderar la fuerza, entre la filantropía y la candidez que obliga a ser filántropo con cierta candidez evitando la exageración de las acciones.

La multitud de formas como se puede aplicar el conocimiento de la masonería suele ser infinito, al ejecutar ese conocimiento nos produce placer, el placer de servir a nuestros semejantes.