Por: Julio Torres.
Imagino representar
un campamento en el cual se distingue a cada grupo de manera especial, portando
banderas o gallardetes con distintas combinaciones de colores,
tal vez a eso se
deba que desde tiempos remotos se tomó la decisión de vestir a las niñas con
ropa de colores pastel pero en tonos de color rosa o similares y a los varones
simplemente en tonos azules y con ello hacer la distinción en cuanto al genero,
luego dispusieron el color amarillo en los regalos previos al tiempo del parto
por el desconocimiento del sexo del nuevo niño, tal parece que hubo que definir
un color intermedio.También Imagino una reunión amistosa donde cada familia viste de diferente color de tal suerte que los banderines gallardetes o distintivos marcaran de manera efectiva a cada integrante de las personas allí reunidas, creo entonces que bien puede ser esto un buen argumento que nos indique los linderos que nuestros antepasados fincaron y con ello buscaron el concepto de identidad que con el paso del tiempo se convirtió en la identidad social que manifiesta cada país.
Pero en este momento
quiero imaginar el asunto de los colores por edades, es decir, desde el momento
de nacer y hasta el morir, el como sería ese proceso, por ejemplo: Los colores
utilizados cuando niño, creo que deben ser brillantes porque es el momento en
el que esa mente es brillante, libre de toda contaminación, cuando todavía no
ha sido afectado con los formulismos sociales que sufren sus padres o a los
adultos en general, este proceso puede durar algunos años, tal vez hasta los
primeros siete años, trataré de explicar de la siguiente forma:
En el momento en que
el niño comienza a pronunciar las primeras palabras también comienza a
preguntarse muchas cosas y esas preguntas son trasladadas a sus padres, pues
considera que son sus maestros sin siquiera saber el significado de la palabra
maestro, pero supone que son las personas expertas que pueden resolver o
encontrar la respuesta a cada pregunta que formule desde su primitivo esfuerzo
de duda en el mundo que le rodea.
Al cabo de unos años
descubre que posee cierta inteligencia aunque no sepa que así se llama lo
que ha descubierto, antes preguntaba el porque salía el sol por la mañana y
porqué no permanecía por la noche y ahora se da cuenta que es un proceso
definido de esa manera por alguna causa que desconoce, pero la acepta, quizás
con la esperanza de que algún día descubrirá lo que determina dicho fenómeno,
también descubre que puede mover muchas cosas, inclusive más pesadas que él,
cuando utiliza lo que nosotros conocemos como una palanca y tantas cosas que
descubre mientras acumula años hasta llegar a los cinco.
Luego las preguntas
que se hace evolucionan de manera paulatina, ahora se enfrenta a situaciones
más desconocidas, ambiciona los juguetes de algunos de sus amigos, pero en
realidad no le importa pues supone que sus padres se encargarán de comprar
juguetes similares o iguales o tal vez solo acepte la promesa de un futuro con
la propiedad de dichos juguetes, pero entonces habrá comprendido una actitud
que nosotros definimos como ambición, sin alcanzar a distinguir si eso le
afectará o no.
Es posible que sufra
un poco cuando se enfrenta a situaciones complejas como el hecho de que no
todos sus amigos o parientes con los que convive de manera habitual, se
comportan de distintas formas y algunas carentes de la verdad esperada, o
cuando resulta acusado de algo que considera fuera de lugar y que no sabe como
enfrentarlo, si el conociera lo que nosotros definimos como hipocresía, tal vez
encontraría la manera de operarlo, eludirlo o simplemente controlarlo, pero su
corta edad no le permite utilizarlo con eficacia.
La ignorancia
manifestada a esa edad hasta cierto punto puede ser normal, por fortuna a ese
nivel no existe un daño considerable en el pensamiento del niño, hasta ahora ha
seguido los lineamientos familiares de manera simple y si la familia se ha
formado con principios y valores determinados es posible que no exista peligro
de que el niño en cuestión experimente un principio de vida en conflicto.
Pienso que hasta los
siete años es posible vestir al niño o niña con un color azul en sus distintos
tonos, que combinados, el azul y el rosa, puede manifestar la candidez
necesaria que lo inducirá en el deseo de querer saber, de atreverse y de callar
cuando sea necesario, ese será entonces el gran principio de su vida, iluminado
con el color azul y con su fuerza de voluntad natural enfrentará de manera
brillante los retos que la vida le tiene reservados.