Por: Julio Torres
Hemos hablado de algunas antorchas, desde luego todas ellas lo que buscan o estudian, las causas que hacen avanzar la civilización, para construir la gran familia humana.
Toca el turno hablar ahora de la antorcha del entusiasmo, que nos entrega la esperanza para destruir la rutina, la apatía, la preocupación y la mala fe de los privilegiados.
El entusiasmo sublima el sentimiento instintivo de la conservación de la especie, y nos hace sacrificar la existencia por la dicha de nuestros hermanos.
Al redimir al linaje humano de la esclavitud material e intelectual, no olvidamos que cinco siglos antes de nuestra era, sobre los escombros de cien dinastías, y los fósiles de civilizaciones sin cuento, aparece un filósofo, Confucio.
Él, Confucio, proclamó en oriente la libertad religiosa, y con poder bastante para llevar a cabo sus ideas, no se detuvo por ningún temor, sino que estableció por instinto todos los principios de la escuela masónica.
Pero cometió dos errores, creyó como los egoístas, que el patriotismo es la mayor de las virtudes, cuando es el instinto del amor a los lugares, dado a los animales para que se proporcionen una habitación.
El hombre tiene el instinto, para que cultive con su trabajo parte del territorio, instinto que en su desarrollo inspira desprecio hacia el que nació en sitio diferente, odio a las reformas que propone, o envidia su mérito.
La China, que debía estar por la cultura de aquel gran maestro a la cabeza del progreso, levantó orgullosa su celebre muralla, tuvo por bárbaro al resto del mundo, y no fue mas allá.
El segundo error fue establecer el gobierno patriarcal, sueño dorado del que toma a la asociación por la familia, sueño que principia en el paraíso y acaba en el infierno, o en el déspota o verdugo.
Todo gobierno patriarcal, transita entre el salvaje y el que va a civilizarse, y conduce inevitablemente a la jerarquía, la esclavitud y el envilecimiento contagioso de la monarquía absoluta.
Necesario se hace entonces conocer y encender la antorcha de la perseverancia que hace florecer la propagación de la idea de que en todo trabajo, primero perseguir la victoria.
Cuando nos iniciamos como masones se nos pidió ir siempre adelante, con la obligación de todo hombre a producir, y la facultad de gozar de lo adquirido.
La masonería proclama la igualdad, eso es lo que podemos definir como un secreto, que más que secreto, se convierte en un objetivo, porque no queremos que haya primero ni último.
Que todos sepan lo que valen, que ejerzan sus derechos y cumplan sus deberes, buscar que sean iguales ante la ley, como lo son ante el tribunal de la razón.
En una próxima entrega, trataremos más ampliamente estos asuntos, que por su importancia y necesidad, para entender la exigencia de la obediencia y la pasividad.
Analizaremos la obsesión del dictador, y como amparar al indefenso contra los magistrados del privilegio, y muchas cosas mas no menos interesantes, le espero en el siguiente reporte.