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lunes, 20 de diciembre de 2010

Masonería y las guerras

Por: Julio Torres

Dos eran los azotes más terrible: la guerra y la superstición, desde hace miles de años esos dos azotes acabaron con familias, ciudades y hasta naciones enteras, superstición y guerra o viceversa nacen de la ignorancia.

Todos los pueblos no educados han tenido siempre el valor por la mayor de las virtudes, pero, no confundir el valor moral digno de aplauso, con el valor material que poseemos como el bruto.

Los poetas divinizaron en Vulcano al primero que fabricó los instrumentos de guerra y Homero solo canta el valor y la astucia de sus héroes.

Ser el más diestro en el manejo de las armas que conocían, o el más valiente, era el colmo de la ambición.
El hombre de talento o de esperanzas, cifraba su orgullo en ser militar, y todo el que se consideraba hombre libre, es que era soldado.

El clero mismo empuñaba la lanza, y los obispos y abades dirigían legiones de guerreros, ninguno se dedicaba a las ciencias.

Leer y escribir eran oficios que abrían a la plebe las puertas del santuario o de los banquetes, para glorificar a Dios o cantar las hazañas de los valientes guerreros.

La imaginación se enaltecía y la razón hacía perder la percepción, y el más sabio del sacerdocio era un analista de opinión en cada uno de los temas y agotaba su inteligencia en necias especulaciones.

Pero fue la pólvora quien convirtió a un hombre  con el poder de mil hombres, anulando su valor como cabeza o guía y su energía y destreza ocupa entonces un segundo término.

El más débil y cobarde podía matar al más fuerte y más valiente, pero, la pólvora era costosa lo mismo que las nuevas armas y para no perder a los hombres capacitados se crean los ejércitos permanentes.

El más grande y fuerte gobernante era el que tenía más dinero para comprar soldados y entonces, los nobles, los ricos y los ambiciosos, crean la verdadera industria de la guerra.

De tal suerte que la curiosidad cultivó la inteligencia y comenzó la civilización que tantos y tantos personajes famosos sublimaron el arte de la guerra.

Una vez más queda de manifiesto que la curiosidad fue  el motor fundamental para descubrir la pólvora, la economía política, el vapor, el teléfono y toda la tecnología actual.

Nada de lo que hoy conocemos sería posible sin la curiosidad de quienes vivieron antes que nosotros y el gran legado que nos entregan lo consiguieron con ese motor maravilloso aunque por desgracia también sirva para la guerra.

Es notorio que estamos en el principio de la era de la tecnología y la comunicación y el futuro va a ser distinto a la era que recién termina, quizás en esta era las guerras no sean fundamentales, pero eso solo será descubierto por medio de la curiosidad.