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sábado, 12 de marzo de 2011

Masonería e igualdad moral y civil

Por: Julio Torres

La inteligencia puede ganar siempre en solidez y profundidad lo que pierde en extensión, y como la razón se identifica lo mismo que los dictados de la conciencia, asumen  obligación, y se equivalen.

La diversidad de aptitudes y talentos, no facultan a ningún gobierno a establecer castas, todos deben ser iguales ante la ley como lo son ante la naturaleza.

Egipto, Grecia, Cartago y Roma, se destruyeron materialmente porque no comprendían el origen de la riqueza, todo fue protegido y monopolizado, las masas fueron explotadas por los privilegiados.

Se erigió la fuerza de la ley moralmente, porque desconocían el principio de la igualdad humana, y un grupo de hombres se erigió en árbitro de los demás, y la nación se aisló en su orgullo y se suicidó por su presuntuosa arrogancia.

Quien quiere que el pueblo se eduque antes de hacerlo libre, es un ignorante, porque no hay hombre de mediana instrucción que no sepa que el despotismo se sostiene por el error.

Su naturaleza envilece cada día más a las naciones, y el pedir que se le instruya antes de liberarlas, es querer un imposible.

Un niño no aprende a andar sino a fuerza de caídas, y solo conoce sus derechos y deberes el que está obligado a ejercerlos, y a sufrir los perjuicios de su infracción.

Imaginemos por un momento que le cortamos los brazos a un hombre y una vez que lo aniquilamos físicamente, le ordenamos arar la tierra.

Este es el sarcasmo de los que dicen: eduquemos para la libertad al que está moralmente degradado, y arrastra su vida animal en el libertinaje que fomentan sus tiranos.

Una batalla por la libertad, no se afianza cuando cada uno presume que es el único que puede salvarla, es sucesivamente destruida por otro más avezado, intrépido o influyente.

Solo se le puede salvar diciendo la verdad a ese pueblo, mostrándole la locura del que pretendiera hacerle feliz con éste o aquel sistema.

Solo contando con el buen juicio y la conciencia pública, le es dable salir del caos, pediría que todos los hombres que tuvieran que perder, organicen sus municipios.

Proveer la satisfacción de las necesidades locales con recursos propios, y nombrar delegados para llenar las atenciones del estado, y acordar el modo de que la educación se generalice.

Evitar establecer una autoridad absoluta, pues el bien transitorio nunca  compensaría una moral degradada que sufre el país, que confía sus destinos a la habilidad de un hombre.

Ese país produciría un tirano que asegura la perpetuidad del despotismo, y después eclipsarse de la comunidad mundial de las naciones.

La igualdad moral y civil no termina aquí, solo que analizaremos el porque, el método sintético ha sido superior al analítico para el progreso de la civilización, pero por su importancia lo trataremos en el cercano reporte, por lo tanto la invitación esta hecha.