Por: Julio Torres
Desde luego que los recuerdos más lejanos de mi niñez, se remontan posiblemente a mis tres años de edad aproximadamente, de acuerdo a narrativas de mi madre.
Una ocasión, platicando con mi madre, mencioné lo que comprendo como una enfermedad que contraje, pues recuerdo que apresuradamente me cubrían con algo como una sábana que solo permitía el paso de luz.
Ella, como buena madre, recordó puntualmente lo ocurrido con fechas y señales, es posible que el haber sido su último hijo facilitó el hecho que ella recordara todo.
Conviví muchos años con mi madre por la misma razón de haber sido el menor de sus hijos y entonces casi instintivamente siempre pensé que me escogieron a una magnifica madre.
Hasta mis 40 años, tuve noticias en estos asuntos, y en ese tiempo, mi escepticismo impedía avanzar en credibilidad, pero poco a poco lo fui entendiendo.
Muchos textos he consultado y en particular uno de ellos me llamó mucho la atención que consigna: Somos nosotros los que escribimos las páginas del libro de nuestra vida.
Siempre estamos tratando de llenar las páginas de ese libro personal, algunas contienen notas alegres, unas más que otras, pero todas ellas muy interesantes.
También existen hojas que no reciben un solo evento y permanecen en blanco y otras quedan inconclusas, pienso que a eso se debe que muchas veces “perdemos el tiempo” sin entender el porque lo hacemos.
Lo que es un hecho es que cada uno de nosotros selecciona los sueños, es decir, lo que nos gustaría vivir, es lo que entendemos como proyecto de vida que en realidad no sabemos o no entendemos como lo elegimos.
Los miedos que experimentamos, creando enemigos donde no los hay, colocamos odio donde hay amor, ponemos cercos donde hay libertad sin entender que la verdadera libertad está en el dominio de uno mismo.
Al escribir el libreto de vida, es importante cuidar cada una de las palabras que escribimos, esto es, si se piensa una cosa y se escribe otra, simplemente los mensajes nunca llegarán a su destino.
Una persona es triunfadora en la vida, cuando lo que escribe en su libro de vida, confirma con gran seguridad que eso es lo que realmente quiere hacer.
Va a ser triunfador cuando aprende de los fracasos, cuando sabe perdonar sin rencores, cuando ama lo que hace sin marcar diferencias, hay que recordar que la prosperidad es importante.
No hará falta sufrir necesidades económicas, el mejor consejo es abrirse para recibir lo que Dios nos dará sin necesidad de angustiarnos.
Cada cosa tiene su tiempo, y muchas veces ese tiempo no es exactamente como el tiempo que Dios ha decretado, para cada uno de nosotros.
Del análisis se desprende que cada cosa tiene su tiempo, lo mejor es amar desde lo más simple a lo más complicado, todo tiene en la vida un porqué y nada sucede por casualidad, todo tiene una causa y un efecto.
Por lo tanto, la conclusión es que todos los autores coinciden en afirmar que la elección de nuestros padres la hacemos nosotros mismos.
A mis padres, a Don Julio y a Doña Josefa, de mil amores los volvería a escoger como mis padres, no imagino a otros.