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martes, 11 de enero de 2011

Masonería y la religiosidad

Por: Julio Torres

La religiosidad puede inclinar la balanza a los terrenos del fanatismo, intentar adivinar los atributos del creador, suele ser una falacia, ya que solo le adjudicaríamos atributos humanos.

 Dejemos esa locura a los siglos de ignorancia, para no forjarnos un Dios conforme a nuestra fantasía, nadie puede conocer a Dios, solo el pensamiento nos dice como es.

Pretender adivinar los atributos de Dios, solo se comete el error de tratar de describir lo que su fantasía le dicta, porque  haríamos de el un ser vivo, inteligente y libre, con todas las condiciones de existencia, lo que implica división de lo que es indivisible.

Un Dios que lanza rayos a los unos y prodiga bendiciones a otros,  es muestra de ignorancia, y aunque muchos escritos así lo afirman, lo mejor es admitirlos como imaginación del autor.

La masonería lo define como: gran arquitecto del universo, artífice de las inspiraciones de nuestra conciencia, que es la única a quien él se revela y a la que dicta los principios de la moral y la virtud, sin necesidad de medianeros.

Intentar unir la religión a la política e intentar establecer una adoración o culto universales, es como crear un espantoso precipicio al que es  lanzado el linaje humano.

La ambición y el orgullo ciega al que se erige ministro de Dios, cuya esencia nos es desconocida, solo la astucia del que habla, puede sostener que a él o a sus predecesores se ha revelado.

La religión que se impone no es religión, es la política de los tiranos, si el creador dio a cada hombre una inteligencia personal y el libre albedrío, cada uno es dueño de adorarle del modo que juzgue más adecuado.

Lo puede hacer en la sinagoga o en el campo, con fórmulas exteriores o en el silencio del gabinete, de rodillas, de pie o sentado y con o sin el sombrero en la cabeza.

La masonería solo pide a quien no está de acuerdo, que dentro de la libertad y el derecho, no turbe la paz pública, no moleste la religión de los otros, o por su ignorancia subleve los sentimientos humanos con sacrificios horribles.

Es un derecho  inalienable e imprescindible de todo ser humano,  adorar al altísimo según lo dicte su conciencia, conforme a la idea que de la divinidad entienda.

La libertad religiosa en toda la extensión de la palabra, es la que proclama la masonería, que se traduce en la libertad de conciencia, o la tolerancia de los cultos.

No olvidar que nadie puede conocer a Dios, por lo tanto, nadie puede darle forma o  atributo, solo la conciencia individual es la que posee la idea de la realidad divina.

Eso es lo que la naturaleza humana tiene como principio de supervivencia cuando pierde la esperanza,  solo su entender de Dios es lo que le mantiene en una firme convicción.

Cuando dice que la masonería está contra la religión, eso se convierte en falsedad, pues, para ingresar a la orden masónica, es indispensable creer en un creador de todo, que se identifica como “Gran Arquitecto del Universo”.