Por: Julio Torres
La oscuridad en que estamos sumergidos sin darnos cuenta, es la imagen de la situación de ignorancia, que obedece como autómata al impulso que nos provocan los ambiciosos que por desgracia conocemos.
La esclavitud en que nos encontramos, parece que tenemos una cuerda atada al cuello, así nos mantienen las preocupaciones que nos inculcaron, desde que descubrimos que tenemos inteligencia.
Esto lo hacen para que vivamos a merced de los ambiciosos, que han sabido con su talento y malicia, dominaron a nuestros progenitores, a fin de que corrompan de la mejor buena fe nuestra conciencia.
Desde niños todos nos prestamos a la buena o mala educación, suponemos que la debemos a la casualidad, y si después no aprendemos a usar libremente de nuestra razón, nos precipitamos para siempre en el error.
Nuestro espíritu, a semejanza de la materia, recibe la forma que se le antoja al artista, la conserva y queda privado de lo único que lo distingue y sublima al hombre, el derecho de pensar, de discurrir, de creer o no creer.
Debemos saber que quien no piensa o no examina, y que jura en las palabras de otro, y se abstiene de investigar, si lo que se le enseña o se le ha enseñado es cierto, no es un hombre, es una máquina.
Debemos dudar de lo que no se comprenda o no se conozca por uno mismo, ese es el estado en que se encuentra, antes de ingresar a la masonería, por eso es importante salir de ese estado y la masonería proporciona las herramientas para lograrlo.
La masonería solo quiere que en sus filas ingresen hombres de honor, virtud, talento y buena voluntad, por ello nada valen en la orden, las riquezas y títulos que seducen al mundo que habitamos.
El aislamiento en que está inmerso quien aspira a ingresar, es el cuadro palpitante de la nulidad en que se encuentra el que no conoce la luz de la verdad.
Es la impericia marchando por el terreno escabroso de la vida, que no sabe resistir ni dominar las pasiones, entre los masones se aprende la virtud de vencerse a si mismo.
Se enseña a caminar con seguridad, a través de las tentaciones y peligros que nos cercan, y a conocer de un modo filosófico practico y radical, lo que el hombre debe a Dios, a si mismo y a sus semejantes.
Cuando tocamos la puerta de la masonería, los motivos son dos: uno, sincero y noble y el otro, por curiosidad, y ella es la que lanza nuestra inteligencia en el camino de los descubrimientos y el progreso.
El otro motivo, el sincero y noble es el deseo de perfeccionarnos en la práctica de la virtud como primer objetivo, porque pensamos que solo con ella lograremos ser mejores padres o mejores seres humanos.
Cuando todo lo anterior es dirigido por el deseo de conocer la verdad para practicar la virtud, y cuando la curiosidad nos conduce a la escuela de la ciencia, la oscuridad se convierte en luz y luego en la gran luz, y por ende, la oscuridad desaparece.