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domingo, 15 de junio de 2014

Los discursos

filosofía,arte,ciencia,cultura
Los discursos
“¡Amado pueblo! Que no se piense que soy ajeno a sus protestas, me apena el des abasto de alimentos a esta población, ustedes no saben que desde hace muchos años se subsidian sus alimentos, la razón es que se ha detenido la siembra de cereales y otros productos, y no ha sido suficiente el esfuerzo del gobierno, yo invito a participar y juntos encontrar una solución justa, por el momento, pueden estar seguros de que vienen en camino suficientes alimentos que resolverán sus
requerimientos”.
El discurso anterior recuerdo haberlo escuchado muchas veces, pero mi interés al reproducirlo no es descubrir a quien lo haya dicho, mi interés resultó de un acontecimientos real y verdadero allá por el siglo XVIII en Madrid cuando Carlos III se vio obligado a salir al balcón de su despacho en el palacio Real de El Pardo, debido a los problemas de la creciente pobreza se gesta un conflicto que pretendía entre otras razones la destitución del ministro Esquilache que se le culpaba de todos los males de España.
El discurso del rey Carlos III lo descubrí en una novela que pronto estará a la venta en Puebla México, escrita por mi gran amigo Guillermo Martínez Arámbula que a la letra dice: “¡Amado Pueblo de Madrid! No penséis que soy ajeno a vuestras tribulaciones, Dios sabe cuánto me apena el desabasto de alimentos a esta población, vosotros no sabéis que ha dos años se subsidian vuestros alimentos, pues ha cesado en esta región la siembra de cereales y otros productos, mas no ha sido suficiente nuestro esfuerzo, yo os invito a participar y encontrar una solución justa, por el momento podéis estar seguros de que vienen en camino suficientes alimentos que calmarán por un mes
esta necesidad”.
Bajo el balcón los representantes de los amotinados respondían al Rey: ¡Majestad, queremos creer en vos, pero pronto nos organizaremos y defenderemos nuestros derechos, no amenazamos a vuestra real dignidad, más si no oís nuestro clamor, vuestras acciones pueden ser tomadas como burlas! Aquí os leo y entrego nuestro pliego de peticiones, que son bien claras:
¡No queremos la presencia de extranjeros en vuestra corte!
¡Que bajen de valor los alimentos!
¡Que desaparezca la junta de abastos!
¡Que se vaya Esquilache! Y
¡Que su majestad se acerque en persona con vuestro pueblo!
La investidura de Carlos III nunca antes se había visto empañada en asuntos de esa naturaleza, comprendió entonces, que debía atender la voluntad del pueblo a pesar de la opinión de mariscales y generales, despachó una carta dirigida al pueblo recordando que les había
empeñado su palabra, y que estaba cumpliendo lo acordado, con lo que pudo controlar los disturbios.
Por otra parte, Esquilache también les hacía llegar otra misiva personal diciendo: “Soy el único ministro que se ha preocupado por el pueblo madrileño, he limpiado y ordenado vuestras calles, os las he alumbrado, pavimentado y pintado, mas creo que eso no tiene valor en vosotros, me retiro muy desilusionado de vosotros, pero creo que no hay mal que no reciba el bien a cambio, llevaré a mi familia a gozar del descanso, por ello os doy gracias sinceramente”. Firma, el marqués Gregorio Antonio de Esquilache.
Se reformó el gabinete y mucho lamentó Carlos III despedir al ministro
Esquilache junto con el resto de su equipo tan conocido y poco tiempo después se descubrió el origen del levantamiento, los autores del movimiento eran miembros del nuevo gabinete, y una nota relevante fue la interposición a la beatificación de un español que vivió cien años atrás en la Nueva España, llamado Juan de Palafox y Mendoza, obispo de la Puebla de los Ángeles que siempre encontró ocultos intereses que lo des habilitaban, al respecto, el Rey llegó a comentar: “¿Qué de malo hay en ser hijo bastardo, si se ama a Dios más que los bien nacidos?
La novela de donde fueron extraídos los datos de este artículo se titula exactamente: “El ilustre bastardo” donde encontramos infinidad de datos importantes de Don Juan de Palafox y Mendoza, pero eso lo trataré en futuros relatos.

Los discursos se parecen mucho a los asuntos que hoy día, después de muchos siglos no se han podido resolver o no se quieren resolver,
pareciera que “los Esquilache” se siguen reproduciendo al paso de los siglos y la práctica del “acaparamiento de alimentos” resulta sinónima de poder ¿No le parece? Gracias Guillermo Martínez Arámbula por tu novela “el ilustre Bastardo”, vida y obra de Don Juan de Palafox y Mendoza, producto de una intensa investigación muy bien documentada.