El español
Por: Julio Torres.
Un español que estaba en poder de los
dueños de la isla de Cozumel, México, es de los personajes que la historia poco
o nada les hace justicia, su nombre: Jerónimo de Aguilar, que en el siglo XVI,
a causa de un naufragio cayó en manos de los habitantes de dicha isla, quedando
prisionero, sin embargo, durante su estancia en esas tierras, logró dominar el
idioma “maya” que se hablaba y se sigue hablando por los habitantes de esas
tierras.
Narra Bernal Díaz del castillo que el
capitán Hernán cortés envía el pago del rescate de este personaje, con el
objetivo de utilizar su sabiduría en ambos idiomas lo que indudablemente
redunda en el gran principio de la conquista de estas tierras simplificando la
comunicación verbal y cuando aparece “La malinche”, señora también muy
preparada en el idioma náhuatl, se redondea de manera significativa la
restrictiva de la comunicación por medio de las palabras.
Imagino que aunque la solución no debió
ser sencilla pues se trata de tres idiomas: el castellano, el maya y el
náhuatl, es decir que, un concepto en castellano, o simplemente una pregunta
que hiciera el capitán Cortés en castellano, Jerónimo de Aguilar debió
traducirlo al maya, luego la señora malinche habría de hacer la traducción del
maya al náhuatl y en ese orden ahora a la inversa, la respuesta caminaría del
idioma náhuatl al maya y luego del maya al castellano.
Lamentablemente los historiadores no le
dieron tanto reconocimiento a Jerónimo de Aguilar como lo hicieron con la
malinche o Doña marina como la conocimos en los libros de historia, pero es de
reconocerse que la audacia del capitán Cortés logró convencer a muchos nativos
de estas tierra y ello “simplificó en alguna medida el triunfo español sobre
los habitantes de este gran país, que hasta la fecha no dejamos de reconocer
que las medidas opresoras de Moctezuma, gran emperador Azteca, que obligaba a
pagar tributo muy pesado en la mayor parte de pueblos chicos y grandes.
En una canoa de buen tamaño, varios
nativos conducían a Jerónimo de Aguilar a la presencia del capitán Cortés y
este, con cierto recelo o
simplemente desconfianza preguntaba donde transportaban al español, ya que todos los ocupantes de la canoa vestían ropas muy parecidas por razón de que solo ropa de ese tipo podía vestir Jerónimo porque era realmente un extranjero cautivo y al llegar a la presencia de Cortés, con pronunciación muy mala dijo: Dios y Santamaría y Sevilla, y Cortés pregunta ¿Y que es del español? Los demás nativos no comprendieron la pregunta y entonces Jerónimo se puso en “cuclillas” como lo hacen los nativos y dijo: “Soy yo”.
simplemente desconfianza preguntaba donde transportaban al español, ya que todos los ocupantes de la canoa vestían ropas muy parecidas por razón de que solo ropa de ese tipo podía vestir Jerónimo porque era realmente un extranjero cautivo y al llegar a la presencia de Cortés, con pronunciación muy mala dijo: Dios y Santamaría y Sevilla, y Cortés pregunta ¿Y que es del español? Los demás nativos no comprendieron la pregunta y entonces Jerónimo se puso en “cuclillas” como lo hacen los nativos y dijo: “Soy yo”.
Ocho años atrás naufragó la nave donde
trataban de llegar a tierra firme él y quince más, entre ellos venían dos
mujeres que también quedaron cautivas pero, pronto murieron porque no
resistieron el trabajo que les obligaban a hacer y que la nave perdió el
control por los pleitos entre ellos y entonces fue que naufragaron, nada se
supo después de muchos de ellos y que por eso es que solo él pudo mantenerse
con vida. Como Jerónimo ya no era un joven, tal vez eso fue lo que impidió que
pasara a la historia con la relevancia de Doña Marina, de manera que este
relato lo hago con honor y el respeto que le tengo a Jerónimo de Aguilar como
un gran personaje de la época de la conquista, que como muchos fueron s
umamente importantes, pero, la vida es así y debemos entenderla, todos somos solamente una pieza de la maquinaria del proyecto divino, pero todos somos importantes, gracias Jerónimo de Aguilar.
umamente importantes, pero, la vida es así y debemos entenderla, todos somos solamente una pieza de la maquinaria del proyecto divino, pero todos somos importantes, gracias Jerónimo de Aguilar.
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