Por: Julio Torres.
La inmortalidad del alma es tema de muchas disciplinas y la masonería no puede quedar fuera de este principio, para eso se une a estudiar la manera de hacer feliz al hombre en esta vida y también en la eterna.
Los masones siempre hemos creído en la inmortalidad del alma y aunque esto ha sido secreto en muchas disciplinas religiosas, evitan hablar ampliamente de ello pues temen perder poderío.
Sócrates proclamó este secreto y por ello fue sentenciado a beber la cicuta por más de 500 jueces para que no pudiera eludir el castigo que le impusieron en favor de la ignorancia.
Este secreto tan sublime, calificado como la piedra filosofal de la antigüedad y como salvación del universo, golpeado por el huracán del despotismo, se revelaba con sus consecuencias divinas.
El hombre siempre se ha sentido: Señor de la tierra y copartícipe del cielo, porque conocer al verdadero Dios e investigar las leyes de la naturaleza que le hacen innegable era el objetivo.
Los estudios de la iniciación primitiva y lo que descubrieron, galardonaron su trabajo, así nacieron las ciencias y con ello el secreto de los iniciados en los misterios.
En ese tiempo, los sabios comparaban las virtudes del hombre con los actos instintivos de los animales y observaron su diferencia, calcularon así los ilimitados recursos de la inteligencia y dominar la materia.
Comprender las leyes y emplearlas en su beneficio les condujo a producir gritos de victoria al declarar: ¡Somos la obra maestra de la creación!
¡Dios no puede habernos tratado peor que al bruto, dándonos la previsión de la muerte, si a la vida material no sucediera la eterna de que ha de gozar nuestro pensamiento o nuestra alma!
La previsión de la muerte y la creencia de la inmortalidad del alma serían incompatibles si no vinieran de un poder superior que hace de nuestro cuerpo el templo en que reina una emanación de la Divinidad.
¡Esa gran inteligencia que rige al mundo y al instrumento que me ha dado!¡Estoy hecho a imagen y semejanza de Dios; soy soberano por mi libre albedrío y tengo derechos que debo hacer respetar!
También debo respetar los derechos de mi semejante! Los antiguos filósofos así discurrieron y sus ideas no tardaron en ser sostenidas ¡Pero por todos los pensamientos!
Hubo quienes sí exigían pruebas de la existencia del alma y se apresuraban a obtener una respuesta de acuerdo a su razón, pero, ¿Cómo es el carácter de la verdad?
Creemos que la razón no es uno de los resultados de la materia orgánica en acción, porque nunca un efecto es superior a su causa y el pensamiento la rige y la domina.
No encontramos en los órganos la causa de las ideas, investiguemos si la fuerza que las produce es material o inmaterial.
Este es el verdadero reto para conseguir la perfección, os pido un poco de paciencia para continuar con este tema en una próxima entrega por lo delicado del mismo.