Mostrando entradas con la etiqueta Regalías. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Regalías. Mostrar todas las entradas

lunes, 23 de abril de 2012

Regalías de San Agustín

filosofía,arte,ciencia,cultura

Por: Julio Torres.
Cuando analizamos la manera de funcionar de la memoria, no queda más remedio que declarar que le debemos regalías a san Agustín por haber fincado las bases de fabricación del disco duro de las computadoras actuales, pero tal vez él, quedó a deber regalías a quien fabricó nuestro equipo de memoria que sigue vigente.
San Agustín fue filósofo, teólogo y místico, además considerado como uno de los más grandes pensadores de todas las épocas, en su tratado que tituló: Confesiones, maneja el tema de la memoria, del que tomaré unos fragmentos que me parecen muy interesantes.
Dice san Agustín: “Y llegaré a los extensos campos y a los espaciosos palacios de mi memoria, donde se encuentran guardados los tesoros de innumerables imágenes, producidas por todo tipo de cosas percibidas por los sentidos”.
Es importante recordar que san Agustín vivió entre los años 354 y 439, muchos siglos antes de la utilización de la computadora y que ahora podemos comparar a la memoria como el disco duro de dicha computadora.
Continúa san Agustín: “Allí, en la memoria, esta depositado todo aquello que pensamos junto con todo lo que ha quedado grabado y acumulado, y que el olvido no borra ni entierra todavía, todo lo cual amplía, disminuye o varía en alguna forma aquellas cosas que los sentidos van transmitiendo”.
“Cuando entro allí, busco lo que deseo me sea revelado y al instante aparece algo, algunas cosas han de ser buscadas durante más tiempo, como si tuvieran que ser extraídas de algún receptáculo recóndito, otras, salen precipitadamente en tropel y aunque es una sola cosa la deseada y requerida, todas toman la delantera cual si quisieran decir: ¿Acaso soy yo la que buscas?”
“A estas las hago a un lado amorosamente del frente de mis recuerdos hasta que la que deseo queda al descubierto y aparece ante mi vista, fuera de su escondite secreto, la que está al frente abre paso a la siguiente y a medida que van pasando, se ocultan para estar listas a salir cuando yo vuelva a necesitarlas, todo esto se realiza cuando repito una cosa de memoria”.
Que parecido tan grande existe entre lo que declaró hace muchos años san Agustín y la función del disco duro de la computadora actual, desde luego que no es momento de imaginar o tratar de analizar quien diseñó todo este asunto de la memoria, me conformaré con el intento de tratar de entender la mecánica de la memoria.
Cuando tratamos de sacar algo, primero tenemos que encontrar en cual celdilla esta archivado y a cual entrada debemos dirigirnos, esto es muy parecido a cuando queremos obtener información de algún libro, hoy, de alguna página en internet.
Supongamos que deseamos investigar algunos hechos sobre la historia de México concretamente, porque no sabemos el nombre exacto del emperador azteca del año 1500 de nuestra era, primero pensamos en eso y decidimos que podemos encontrarlo en un libro de historia de México, o en una página web de la historia de México.
Pero, si solo escudriñamos al azar, perderemos mucho tiempo, debemos entender que todo está clasificado de acuerdo a los temas, así que busquemos en libros o páginas web que del tema se encargan, con la memoria sucede lo mismo, cada parte del archivo está clasificada, debemos ir al lugar correcto para obtener determinada información, solo así encontraremos lo que buscamos.
Entendamos lo siguiente, sabemos que la información está archivada en la mente subconsciente, la única forma de llegar a ella para revisarla, es yendo al subconsciente, sabemos que debemos buscar en la memoria para encontrar información perdida.
Primero, cerramos los ojos o nos cubrimos con tal de que ninguna otra cosa distraiga nuestra atención, hacemos esto porque deseamos bloquear la facultad de la vista, luego tratamos de no oír, así que cerramos la facultad del oído para eliminar cualquier distracción, posteriormente intentamos  perder la sensación del tacto, el olfato y el gusto y nos concentramos profundamente en lo que tratamos de recordar.
Este proceso no es otra cosa que adormecer a la mente objetiva, para que trabaje con libertad, la mente subjetiva, lo cual hacemos instintivamente y a veces conscientemente.
Tal vez la moraleja sea que: Cuanto más se adormece la mente objetiva, más fuerza alcanza el subconsciente, o lo que es lo mismo: Si ponemos la mente objetiva lo más inactiva posible, llegaremos mejor a la mente subconsciente.
En el siguiente artículo hablaremos un poco sobre la manera de mejorar la memoria, así que hasta entonces.