Por: Julio Torres
La veneración unida a los sentimientos sociales o afectuosos, produce la armonía y la concordia, fecundado por la inteligencia, nos eleva sin pretenderlo y multiplica nuestro influjo.
Es por eso que el sentimiento contrario al orgullo es la veneración, y de ella emana el respeto en todas las actividades y actitudes de los seres humanos.
Sublimado por la conciencia, nos hace desconfiar de nosotros mismos y coloca en la balanza de la justicia nuestras acciones, lo que nos hace dignos de ser hombres.
La grandeza consiste en dominarnos, aceptar la condición que nos toque, y no salir de ella sino por la constancia en el trabajo y el ejercicio de todas las virtudes.
Dos conceptos: deseo y pasión, se distinguen en que el deseo es la tendencia de las facultades que nos dio la naturaleza para ponerlas en ejercicio, y la pasión consiste en la voluntaria y pertinaz resolución de satisfacerla a costa de todos los sacrificios imaginables.
Las pasiones no son más que deseos exagerados, y todos estos nacen de los instintos, sentimientos y dones concedidos por el omnipotente para nuestra conservación.
La pregunta que surge es: ¿Habrá modo de hacer que cada pasión se convierta en una virtud que glorifique a los seres humanos sin más trámite que elevarse a la sublimación?
Pareciera que con ese fin las creó el gran arquitecto del universo, pero, lamentablemente siempre sucede lo contrario, porque el astuto explota nuestra ignorancia.
El egoísta explota nuestra debilidad, el pérfido nuestros sentimientos generosos, y cuando se encuentran con hombres instruidos, encubren sus arterías dirigiéndose a la más pura de nuestras inclinaciones:
El amor a lo grande y el respeto a la justicia, si la naturaleza ha hecho al hombre bueno, y la instrucción defectuosa es la que le vuelve malo, entonces, nos preguntamos:
¿Qué leyes se pueden proponer para que cada uno conozca sus deberes y derechos, domine sus pasiones y ponga orden a la sociedad toda?, esto es, que no existan ciudadanos de primera y segunda.
La solución más efectiva es la enseñanza, que todos aprendan a leer y escribir, que aprendan matemáticas, geografía, historia, idiomas y los principios del deber y del derecho.
Divulgar todos los conocimientos para que nadie esté ajeno a ellos, aún quienes no tengan medios económicos para acceder a dichos conocimientos, que se busquen los medios de difundirlos.
Que los padres y tutores no descuiden a quienes se encuentran bajo su responsabilidad, con leyes fuertes y adecuadas para que adquieran esos conocimientos.
Libertad absoluta de imprenta, es un buen principio, ya que el gran arquitecto otorgó al hombre el pensamiento, y la facultad de expresar sus ideas, y que la verdad reine en el universo.
Todo lo que coarte su libre manifestación, es consagrar el error, o pretender mejorar su obra que nos lanzo libres e inteligentes al mundo que habitamos.
No hay derecho contra el derecho, y atacar el primero de todos, el de comunicar las ideas, es la confesión tacita de que se quiere el gobierno de la mentira.
Entendemos que las calumnias voluntarias, y las aseveraciones maliciosas o injuriosas, relativas al carácter privado que se refieran a particulares o funcionarios públicos, deben juzgarse por la ley común y ser dignas de castigo.
El orgullo, contrario a la veneración, como sinónimo de respeto, al derecho ajeno y al propio.