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miércoles, 15 de agosto de 2012

El asunto de los vicios

filosofía,arte,ciencia,cultura

Por: Julio Torres.
Desde que nacemos, pareciera que se nos conduce con lineamientos perfectamente establecidos y que en el mejor de los casos se hace con el propósito de conservar las buenas costumbres o simplemente por tradición y no permite objetar de ninguna manera, porque así lo establecieron los ancestros.
Lo anterior me hace recordar un antiguo cuento sobre un animalito: Un oso recorría constantemente, arriba y abajo unos 6 metros, los que medía la jaula en la que se encontraba, tal vez sin sentirlo y sin darse cuenta hacia dicho recorrido. Después de cinco años quitaron la jaula y el oso seguía recorriendo la misma distancia y con la misma rutina y es que para él, la jaula seguía estando en el lugar.
Muy bien podríamos afirmar que el oso adquirió el vicio de su recorrido simplemente por costumbre o por cualquier otra justificación, todas ellas válidas, sin embargo, pudiera tratarse del hábito de contentar sus deseos y así obtener satisfacción.
Muchas veces las cosas más simples que hacemos cotidianamente, que creemos que estamos cumpliendo con lo que la vida nos pide para sentirnos bien, ya sea el estudiar o leer simplemente, hasta nos atrevemos a presumir que tenemos “el vicio de leer” como si con ello salváramos a la humanidad o simplemente a nosotros mismos.
El hecho de calificar una buena intensión como vicio ya nos coloca en un predicamento: ¿Es bueno lo que estoy haciendo o me encuentro en un vicio? Lo más sencillo es buscar un culpable que permita eludir cualquier responsabilidad y con ello justificar nuestras actitudes.
Sin siquiera darnos cuenta que a cada momento cruzamos de un lado a otro, entre lo bueno y lo malo como si en el piso estuviera dibujado una especie de tablero de ajedrez, donde unos cuadros blancos o claros siempre están colocados al lado de otros del mismo tamaño solo que de color oscuro o negros y como autómatas pasamos de uno a otro sin darnos cuenta.
Cierto es que el ser humano está por encima de esos cuadros, ya que su inteligencia superior a todas las especies vivas hace que transite de un lado a otro sin que aparentemente le perjudique, pero cuando los estudios nos permiten distinguir entre los antagónicos, es decir, entre lo bueno y lo malo pues los cuadros blancos bien pueden simbolizar lo bueno y los negros lo malo, es entonces que estamos en posición de comprender cuando estamos actuando bien y cuando mal.
En este sentido se comprende fácilmente que si permanecemos mucho tiempo en un cuadro negro, pudiera ser que estamos ante un vicio y ni siquiera nos damos cuenta, vale la pena entonces recordar un principio fundamental. Los muros que nos aprisionan son mentales, no son reales.
Nuestros enemigos no son los que nos odian, sino a aquellos a quienes nosotros odiamos. Sirva de ejemplo el siguiente relato: Un ex convicto de un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había compartido con él tan penosa experiencia. ¿Has olvidado ya a los nazis? Le preguntó su amigo. Sí, dijo este…Pues yo no, aún sigo odiándolos con toda mi alma…Su amigo le dijo apaciblemente: Entonces, aún siguen teniéndote prisionero.
Los defectos que vemos en los demás suelen ser nuestros propios defectos. Los vicios que vemos en los demás, pudieran ser los nuestros, aunque se presenten con distinto apellido, controlar los vicio se convierte entonces en el primer paso hacia la superación personal, y es bueno recordar que no existen vicios de segunda mano, cada uno de nosotros le damos personalidad a cada vicio, como una marca de fábrica.