Por: Julio Torres
La inteligencia es lo que ha elevado al hombre sobre el resto de los seres vivos, y muchas veces ocasiona que se sienta superior inclusive de manera irracional.
Pero es importante señalar que gracias a su inteligencia consigue producir todo lo que le hace falta, para satisfacer sus necesidades.
Vale la pena meditar en lo que pasaría sin esa inteligencia, lo mas seguro es que viviría como un salvaje primitivo, disputando quizás, sus días con las bestias feroces.
Solo que no basta con el trabajo individual para satisfacer las necesidades personales y sociales, porque las necesidades fundamentales son las físicas, morales e intelectuales.
Habría que pensar en lo que pasaría, si el ser humano fuera abandonado cuando niño o anciano o si enfermara gravemente durante la edad productiva.
Es por eso que tiene que dividir el trabajo entre los asociados, y que cada uno se ocupe de lo que convenga a su voluntad y a su talento, dando principio al trueque de productos.
Comparativamente el animal salvaje se apodera de una buena cantidad de terreno fértil para subsistir, en tanto que el hombre con un terreno similar y aun de menor calidad puede producir lo suficiente para una buena cantidad de seres humanos.
Es bueno tratar de entender que nadie puede ejercer un trabajo para el que carece de habilidad o aptitud, de hacerlo solo perdería el tiempo de manera lastimosa.
Hay quien hasta la fecha, trata de calificar como degradante el trabajo manual, y solo exalta la agricultura, como si ello no requiriera de habilidad manual aplicada con amor a la tierra.
El progreso de la civilización comienza cuando los barbaros en lugar de matar a los vencidos, los reducen a la esclavitud y entonces, el látigo les obliga a producir.
De esa forma, todos los oficios materiales se convirtieron en parte del ser humano, pero, poco a poco, se atribuyo al trabajo mismo el talento de crear, con el ingenio y con la mano lo que satisface las necesidades.
En los tiempos antiguos se honró la agricultura, porque comprendieron que fue la que los saco de la barbarie, y consagraron el hecho de la supremacía del productor.
En la fabulosa y magnifica parábola de la biblia, de Jacob y Esaú: Aquel padre de la agricultura entre los Israelitas, ocupa la plaza de su hermano mayor, que incapaz de producir el alimento para no morir de inanición, le vende su patriarcado por un plato de lentejas.
El cazador se confunde con el bruto o salvaje, el pastor se distingue muy poco de él, pero el que ara la tierra y asegura la existencia material de la familia, puede organizar gobiernos y se ocupa de las necesidades morales e intelectuales.
Pareciera entonces, que el pueblo tiene derecho al trabajo, y que el gobierno deba suministrar si le falta y eso desde luego que es un delirio.
Ese error no pudo reinar en las edades de la ignorancia, en que se suponía que el gobierno era el padre de la nación.
La perfección económica esta en la independencia absoluta de los trabajadores, cada uno debe buscarse trabajo, y si no lo encuentra el que le acomoda, que busque otro.
Conforme profundizamos en el tema, se incrementa el sentir de la debilidad del ser humano y se reafirma que, gracias a su inteligencia ha llegado a los niveles conocidos para no parecer débil.