Por: Julio Torres
La curiosidad es el motor más efectivo que el ser humano ha utilizado a lo largo de su historia para descubrir todo aquello que necesita para hacer su vida más placentera.
Si en tiempos remotos, los primeros pobladores del planeta no hubieran utilizado la observación de su medio ambiente como lo hicieron, no imagino como estaríamos viviendo en estos tiempos.
No se de donde provienen los seres humanos y todas las especies animales que existen sobre la tierra, o mejor dicho, ese asunto no lo trataré en este momento, la intención es hablar solo de la curiosidad.
Sucede que quiero imaginar como es que el ser humano observó la frecuencia del canto del gallo y descubrió que lo hacía de manera sistemática a determinadas horas y en determinados momentos.
Quizás ese fue el primer método confiable para medir el tiempo, la curiosidad logró que nuestros antepasados obtuvieran la ayuda del gallo para saber en que momento iniciar alguna actividad.
Luego observó que el perro, ese cuadrúpedo pequeño era capaz de percibir sonidos lejanos que el ser humano simplemente no detectaba, de manera que el perro se convirtió en el “timbre” avisador de situaciones lejanas, que permitían tomar las debidas providencias ante lo desconocido.
Un día, conoció a otro cuadrúpedo, pero de mayor tamaño y con curiosidad y paciencia, logró domarlo hasta hacerlo obedecer, para que le ayudara a mover cosas muy pesadas que antes simplemente no podía moverlas ni una distancia mínima.
Con esos tres ayudantes, el hombre de aquellos tiempos, logró medir el tiempo, mover cosas de gran peso y el perro lo mantenía alerta ante casi cualquier peligro.
En apariencia parece que el ser humano solo necesita esos tres animales, donde solo existen condiciones naturales, que habrá que dominar para hacer su vida placentera.
De manera que el motor fundamental para evolucionar es eso que conocemos como curiosidad, no debemos olvidar que en un reporte anterior hablé sobre la curiosidad de un niño de tres años.
En esa edad es cuando se inicia el sentido de curiosidad, el niño de tres años es el ser humano más curioso que pueda existir, siempre tiene a flor de labio no solo una pregunta, muchas.
Esperando que papá o mamá o quien esté cerca, despeje de manera acertada todas y cada una de las interrogantes emitidas por ese niño de tres años.
Pero ese niño que siempre está preguntado algo, es el mismo “niño” que todos llevamos dentro y que pregunta de la misma forma, tratando de encontrar respuestas satisfactorias.
Esa curiosidad que logró el viaje a la luna, esa curiosidad que lucha contra las enfermedades, contra el tiempo y contra todo lo que nos gusta e inclusive contra lo que nos hace daño.
La masonería busca que el aspirante alimente primero su curiosidad y por medio de esa curiosidad es que el masón encontrará los caminos más efectivos para estar bien familiar y social.
Esa curiosidad es la que le obligará a subir la escalera de los grados de la masonería y en tanto eso va ocurriendo, puede aspirar a ser mejor hombre, mejor padre, mejor hijo, mejor ser humano.
Nunca, en ningún momento de la vida se debe erradicar la curiosidad, pues ella es la herramienta fundamental no solo de la masonería, sino de la vida misma.
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