Por: Julio Torres
Conforme a los asuntos que se encuentran perdidos entre el cúmulo de literatura masónica debe encontrar el masón lo que se define como la palabra perdida o el verbo creador.
Ambos términos significan lo mismo, es decir, ponerse en contacto con él, es ponerse en contacto consigo mismo, a esto se le conoce como iniciación trascendente.
Existen grados en la masonería que son considerados místicos, pero no es el misticismo que practica la iglesia católica como pretendieron hacer los jesuitas.
El misticismo masónico es en el sentido de los antiguos misterios, nada tiene que ver con religión alguna, existe una gran diferencia en el modo de entender el esoterismo.
El masón debe recogerse, concentrarse y olvidarse del mundo hasta lograr, por el esfuerzo de la mente ponerse en contacto con su ser verdadero.
Para dedicarse a este muy importante proyecto de entender el esoterismo, tiene que darse cuenta de lo que es el hombre y de sus posibilidades en el medio que lo rodea.
El hombre tiene medios reales para liberarse, cuenta con tres características que bien podemos considerar divinas: el sentir, el raciocinio y la acción, con las cuales tiene en sus manos su propia salvación.
El esoterismo también nos enseña a separar el sentir de lo que es la sensiblería, el sentimentalismo, la pasión y muchas cosas más.
Señalando con este concepto, aquella facultad exclusivamente humana, por la que nos damos cuenta consciente de los fenómenos que nos rodean.
El sentir, así comprendido, nos capacita para darnos cuenta de nuestra propia existencia y por lo tanto, para razona y accionar, como factor esencial del libre albedrío.
Pero donde no existe esta facultad no hay moral, ni responsabilidad, no hay ideales, no hay inteligencia, ni verbo, en fin, nada de lo que entendemos como nuestra vida moral y espiritual.
En sentido figurado entendemos por sentimiento, ya no la facultad de sentir, sino las emociones que nuestro ser consciente, el yo, experimenta por sentir.
Sentimos miedo, orgullo, vergüenza, dolor o placer y ante todo, tenemos en aquel sentimiento, el más excelso entre todos: el amor, que nos inspira y nos sublima al sacrificio.
Los sentimientos constituyen la fuerza motriz para la acción, a medida que los experimentamos más intensamente, más activos somos.
El hombre apático, de poca energía, es el hombre de sentimientos débiles, o aquel que reprime sus sentimientos indebidamente.
Se puede apreciar que en todo momento pasamos de un medio eminentemente esotérico y en un instante nos inclinamos al sentido exotérico, es decir, vamos de un sentido a otro con extrema facilidad.
Eso es lo maravilloso de los seres humanos, que no se encuentran sujetos a uno u otro estado, pues dentro de un mismo razonamiento viaja al esoterismo desde el exoterismo.
Tal vez sea el raciocinio, que al parecer es una facultad que solo la posee el ser humano, porque puede hacer abstracciones o ideas de lo que percibe mediante el poder de los sentidos.
El raciocinio es un instrumento que el G. A. del universo entregó al ser humano para desempeñar su labor en la tierra y para alumbrar su sendero y el retorno a si mismo.
Concluyo entonces que un mismo asunto se puede analizar desde un punto de vista esotérico con la misma validez que entrega un punto de vista exotérico, y por fortuna el conocimiento adquirido enriquece la experiencia personal.
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