Por: Julio Torres
La Educación convencional muchas veces trata de dañar o destruir el sentimiento y dignidad a costa de la reprobación inclusive, y nos volvemos cera blanda a merced de los explotadores.
El sistema educativo es muy parecido en todas las escuelas de todos los niveles, de tal suerte que la diferencia solo se aprecia en el costo si es particular y en los gastos si es oficial.
Es por eso que la masonería ofrece una forma distinta de enseñanza, donde lo que menos importa es el examen mensual, semestral, anual o final, lo que en verdad importa es que el masón sea capaz de demostrarse a si mismo el grado de avance.
El fin de la primera incursión es entender que se ha sembrado en la mente del principiante la duda en lo que se le dice, para que aprenda a analizar antes de tomar una decisión.
Aprende entonces que nada debe creer sin examinar, entiende que nada debe admitir si no ha sido probado o sea conforme a la naturaleza de las cosas o a la razón.
Lo contrario, es vivir a merced de la ignorancia y la superstición de todos los errores que nos confundieron cuando apenas comprendíamos nuestra propia existencia.
En la masonería entendemos que poseemos la razón para conocer la verdad y la podemos distinguir del error y no hay necesidad de presentar un examen para demostrarlo.
Creemos que para elegir con fundamento utilizamos algo que llamamos “libre albedrío” y quien no proceda de esa forma es una máquina a disposición de los astutos y ambiciosos.
En todas partes se confabula a destruir el sentimiento y la dignidad, eso ocurre inclusive en algunos pueblos que se dicen civilizados.
Sus gobiernos tratan de proveer de todo a los ciudadanos y a fuerza de restricciones y leyes “protectoras” mantienen al ciudadano al pupilaje para que nunca sean hombres.
El principio feudal de la edad media, dejo de ser territorial para hacerse personal, el gobierno se lo atribuyó todo, y todo lo ve, todo lo examina, todo lo provee.
A nadie considera capaz de conocer sus intereses ni de cuidar de si mismo, y más terrible aún, las atrocidades que se dictan para “corregir los delitos” mucho se parecen a la esclavitud.
Los padres no cuidan la educación de sus hijos, por lo que se vive una vida automática o dependiente y en poco tiempo el ciudadano se acostumbra a esperar lo que le regalen lo que sea, pero regalado.
Muchas veces en algunas logias o grupos masónicos, se insiste en “calificar” a los aprendices de masón mediante sistemas establecidos en escuelas convencionales, lo cual resulta anacrónico.
Partiendo de la base de que para aceptar a un candidato se le exige que sea hombre libre y de buenas costumbres, resulta incongruente examinar con métodos convencionales.
La educación masónica es otra cosa, los límites son establecidos por el mismo masón, si la comprensión de los temas es dificultoso, el mismo masón deberá descubrir que tiempo necesita para dominar el conocimiento.
Importante entonces, es comprender que la masonería no es una escuela como cualquier otra, la masonería es fuerza, inteligencia, valor filantropía y mucho más.
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