Por: Julio Torres
El misticismo que la masonería practica, no es el misticismo en el sentido católico, sino en el sentido de los antiguos misterios, para concentrarse y olvidarse del mundo, hasta lograr conectarse con su ser verdadero.
Pero, para dedicarse a esta importantísima labor, tiene que darse cuenta de lo que es el hombre, y de sus posibilidades en el medio que lo rodea.
Debe entender tres características divinas: capacidad de sentir, capacidad de raciocinio y capacidad para tomar acción, y con ello obtener su propia salvación.
Habrá de separar el sentir del concepto sensiblería o sentimentalismo, y hasta lo que es la pasión para señalar con este concepto, el sentido propio como facultad humana.
El sentir nos capacita para darnos cuenta de nuestra propia existencia, y por lo tanto, para razonar y accionar como factor fundamental del libre albedrío.
Donde no existe el libre albedrío, no hay moral, ni responsabilidad, ni ideales, ni inteligencia, ni verbo, es decir, nada de lo que entendemos como nuestra vida moral y espiritual.
Entendemos por sentimiento en sentido figurado, ya no la facultad de sentir, sino las emociones del ser consciente, o sea el yo con mi propia personalidad.
Por el sentir, entendemos que sentimos miedo, orgullo, vergüenza, dolor o placer, pero, sentimos el más excelso de todos los sentimientos: el amor.
Los sentimientos constituyen la fuerza motriz para la acción, y a medida que lo experimentamos más intensamente, más activos somos, contrario al hombre apático.
El raciocinio es la facultad de hacer abstracciones, o ideas de lo que se percibe mediante instrumentos corporales, que llamamos sentidos para reconocer, interpretar y juzgar ideas.
Pero el raciocinio requiere de palabras, para denominar los juicios a que llegamos, pues gracias a esta denominación de las ideas abstractas, logradas por el verbo, el hombre desarrolla su raciocinio.
La acción es la aplicación del raciocinio a las manifestaciones de la energía, este privilegio del hombre, lo capacita para romper conscientemente la natural sucesión de estas manifestaciones.
El raciocinio, es la facultad que nos capacita para juzgar la bondad y eficiencia de nuestros actos, que pone un freno a los impulsos de nuestros sentimientos.
Así es como el hombre tiene su destino en sus propias manos, es consciente de su existencia por el sentir, puede planear una vida mejor con su raciocinio.
Por el sentir, puede planear una vida mejor con su raciocinio y puede ejecutar sus proyectos, por medio de su acción, y dispone de la fuerza o dinamismo necesario para lograrlo con sus sentimientos.
Es por eso que sentir, raciocinio y acción, resultan ser los dones divinos, los cuales, bien entendidos y bien aplicados, harán de la humanidad dueña feliz de la tierra.
Lo fundamental es que todos los conceptos que en masonería se estudian, puedan ser aplicados en la vida diaria, y entonces habremos cumplido con nuestro deber.
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