Por:
Julio Torres.
El
universo se concebía como una inmensa bola vacía compuesta de dos hemisferios y
cuyo centro era la tierra, establecían que por encima se encontraba el cielo y
por debajo el infierno, imaginaban que los dos hemisferios se unían en la línea
del horizonte, donde se fundían el cielo y las aguas de las cuales emergía la
tierra, de acuerdo a este criterio afirmaban que las estrellas y los planetas
se desplazaban desde lo inferior hacia lo superior.
Muchas
opiniones afirman que el zodiaco no existe, y en efecto, si miramos el cielo a
cualquier hora del día o de la noche jamás veremos zodiaco alguno, tampoco
vemos movimiento de las estrellas, pareciera que se encuentran en el cielo de
manera estática, como si alguien las hubiera dibujado mediante un
proyecto pictórico.
El
hombre de la antigüedad concibió el zodiaco en forma de anillo colocado entre
la tierra y el sol, imaginó que en el interior se podía ver el
movimiento y circulación de los astros, de manera que gracias a esta genial
invención, podía observar y medir los desplazamientos de los astros al mismo
tiempo, en cierto modo, le hacía conocedor de los movimientos que los astros
producían continuamente.
El zodiaco sirvió de instrumento redactor del movimiento de tal o cual astro en
determinado momento del año y en determinado sector del cielo, se comprendió
entonces que los movimientos celestes presentaban una regularidad cronometra en el paso del tiempo, de manera que quien observó, midió y codificó en un
momento preciso, podría comprobarse inclusive en los siglos posteriores.
Actualmente
se puede confirmar con exactitud algunos fenómenos celestes observados hace más
de cinco mil años, ya sea con la aparición de algunos astros, como por
fenómenos en la tierra o en su entorno inmediato, al parecer, en la antigüedad
se pudieron prever algunos fenómenos que hoy nos parecen muy naturales, así
pues, poco a poco el ser humano comprendió los elementos de la naturaleza y fue
capaz de adaptarse a todos los cambios mediante una finalidad práctica.
El zodiaco se convirtió en la herramienta del astrólogo pero con frecuencia
desafía astrólogos contra astrónomos, tal vez por una falta de rigor científico
ya que el punto de partida del zodiaco de la antigüedad ya no corresponde
exactamente con el que podemos observar hoy día, la diferencia es de algunos
grados, pero este hecho no debe ser considerado en un replanteamiento de los
fundamentos básicos del zodiaco ni el sistema astro-lógico creado por nuestros
predecesores.
Si
deseamos comprender cómo nació el zodiaco es necesario impregnarse de la
mentalidad del hombre de la antigüedad, que consideraba la naturaleza, el cielo
y la tierra como un gran libro abierto cuyos signos debía aprender a
interpretar, el zodiaco es un circulo compuesto de 12 sectores iguales de 30
grados cada uno que se definen como casas de los 12 signos astro-lógicos y en el
interior de ese círculo ficticio, imaginado y colocado alrededor de la tierra
por los hombres de la antigüedad, se mueven los planetas.
Cada
signo del zodiaco está situado dentro de uno de los 12 sectores mencionados,
conforme a un orden cronológico establecido por el ritmo de las estaciones y
por los ciclos del sol y de la luna, es decir, los movimientos repetitivos y
relativamente inmutables que el sol y la luna aparentemente realizan alrededor
del planeta tierra.
El zodiaco es entonces una tabla de coordenadas, un instrumento de medidas de
observación y seguimiento de los fenómenos celestes que se producen alrededor
de la tierra y en el interior de los 12 sectores del zodiaco agrupados de 3 en
3, durante las cuatro estaciones del año se puede fijar un instante preciso de
un cielo siempre en movimiento, si colocamos con exactitud los planetas y las
estrellas, de este modo, podemos elaborar un mapa celeste como si fuera una
fotografía del cielo tomada en un momento determinado.
Muchos
son los datos que este tema nos presenta, por lo tanto, me veo obligado a
retomar el tema en un futuro inmediato y con ello trataré de ampliar el
panorama que los asuntos del zodiaco nos reserva en los tiempos por venir, de
manera que la invitación está lista y completa, como lo estará el siguiente
tratamiento.
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