El
tema que pretendo hoy tratar, aunque solo sea una pequeña rendija donde podamos
escudriñar a lo que se refiere, lo considero de gran importancia porque con
ello es posible entender nuestro pasado y nuestro presente ya que el futuro es
incierto.
Claude
Bernard dice: “Persuadido estoy de que llegará el día en que fisiólogos, poetas
y filósofos hablarán el mismo lenguaje y se entenderán todos”.
Parece
que el mayor mal de todos los tiempos es que la ciencia y la religión se
presentan como enemigos o como fuerzas enemigas e irreductibles, como un mal
intelectual, con imagen perniciosa, ya que viene de lo alto y se infiltra con cautela como ponzoña.
Como
ocurría en la Europa de la edad media, cuando no hizo otra cosa que afirmar la
fe por todos los medios a su alcance, con métodos casi bárbaros, la mayor de
las fuerzas morales que formó el alma del hombre moderno.
En
tanto que la ciencia experimental, reconstruida hace más de cinco siglos,
reivindicó los derechos legítimos de la razón y su ilimitada libertad que fue
la mayor fuerza intelectual, liberando al hombre de las seculares cadenas y
fincó el espíritu de las bases indestructibles.
Desde
ese momento, ya no se pudo probar su dogma porque las objeciones científicas lo
evitaron de manera contundente, es entonces que quienes predicaban dichos
dogmas se encierran en una casa que carece de ventanas oponiendo la fe a la
razón de manera absoluta.
La
ciencia enajenada por sus descubrimientos en el mundo físico, maneja
abstracción del psíquico e intelectual y se convierte en materialista en sus
principios y finalidad.
La
filosofía entre ambas, de cierto modo abdica de sus derechos y cae en un
escepticismo trascendente que tal vez inconscientemente transmite de manera
profunda en el alma de la sociedad y de los individuos.
Es
posible que las palabras de Claude Bernard ahora suenen con mayor fuerza en la
necesidad que imaginó: “Persuadido estoy de que llegará el día en que
fisiólogos, poetas y filósofos hablarán el mismo lenguaje y se entenderán
todos”.
Es por
eso que la masonería recomienda un estudio profundo de lo hecho por los
“grandes iniciados” como parte fundamental del estudio, tomando en cuenta que
fueron ellos quienes desde tiempos remotos trataron de encontrar soluciones por
el bien común.
El
masón de hoy tiene la obligación de sumergirse en todo aquello que sirvió en la
comprensión de lo que debe hacerse en favor de la humanidad, tal vez un ejemplo
de lo que Bernard imaginó es el éxito obtenido en los viajes espaciales cuando
se unieron todas las ramas de la ciencia.
Es
posible que nunca se hubieran logrado los triunfos espaciales sin la comunión
de todas las ideologías, de todas las ciencias y de todos los sueños de los
seres humanos, en la conquista del espacio que hoy nos entrega un mundo
maravilloso quizás jamás imaginado.