Toda
comunidad humana debe sujetarse a las leyes que la misma decrete, y con ello
garantizar el respeto entre unos y otros, de tal manera que ese respeto se
traduzca en el bien general.
Los
países que están colocados a la vanguardia social poseen un común denominador,
es nada menos que el respeto a las leyes y reglamentos que emanan de los
propios ciudadanos.
Ese
respeto del que hablamos se inicia dentro del seno familiar, es en la familia
donde primero se establecen normas y reglamentos que aunque no están escritos,
poseen la fuerza de leyes divinas para proteger la preservación de la especie
humana integra y sana.
En la
masonería como agrupadora de muchas logias, cada una de ellas es una familia,
pequeña o grande, pero independiente, porque es libre y cada uno de sus
miembros son libres pero unido a un organismo conocido como gran logia.
Lo
mismo ocurre en sistemas políticos como el nuestro, donde cada estado es libre
y soberano pero unido a una federación de estados o estados confederados como
se le conoce.
Es
claro que en un estado confederado existe una figura social conocida como
municipio y tiene tantos municipios como habitantes tenga cada entidad.
La
figura del municipio entendido como municipio libre, tiene su propia
configuración de gobierno y entre todos los municipios forman la estructura de
estado libre y soberano.
En
México suman 31 los estados confederados y un distrito federal y es aquí donde
se gestan todo tipo de conflictos, principalmente porque los estados se han
mantenido por años esperando el presupuesto que les otorga el poder federal.
Existen
muchos países en el mundo que poseen un magnífico orden legal que es aplicado a
los ciudadanos de manera equitativa, dando a cada quien lo que le corresponde
conforme a su actividad cotidiana.
Cuando
esos principios se cumplen, decimos que un gobierno está haciendo bien su
trabajo, pero en los lugares en los que se comienza por eludir una obligación,
ese es el inicio de una debacle.
Lo
anterior acarrea un sinfín de conflictos, vigilantes que no vigilan,
trabajadores que no trabajan, políticos que no dialogan y lamentable es, que
todo ello repercute en nuestros hijos que aprenden a no respetar a nadie ni a
nada.
En
muchas ocasiones me he inclinado por recomendar el estudio de la masonería,
donde se aprende a escuchar, luego a dialogar y al final a construir acuerdos
que van a beneficiar al resto de los hijos de esa logia.
El
principio no es otro que el respeto a la ley, si en casa no hemos aprendido a
respetar la ley impuesta por los progenitores, ya sea suave o dura, ese mal va
creciendo y se convierte en una bola de nieve.
En las
familias que guardan costumbres de respeto no solo a la gente mayor, sino a los
iguales, no resulta extraño que se convierta en una familia respetable y
respetada.
De
igual manera, un país que respeta y hace respetar las leyes, por duras que
sean, siempre será un gran país, que será respetado por otros países.
La
tarea es entonces: comenzar por lograr que las leyes sean respetadas por todos,
sin distinción alguna, el respeto se gana haciendo cada quien lo que tiene
encomendado y no existe castigo para inocentes, porque el culpable sabe
perfectamente cuando ha mentido.
Es por
eso que afirmo: para soñar con un país poderoso, primero debemos respetar las
leyes sin distinción, y cuando nos equivocamos, simplemente aceptarlo.
Por eso
la trascendencia de la masonería, que no escatima esfuerzo para dar a otros lo
que no tienen, porque si nosotros lo tenemos, es de sabios repartir.