Por: Julio Torres
En efecto, la individualidad es lo que constituye al hombre, nuestra sangre, nuestra carne, nuestros huesos solo son accidentes que poseemos en común con otros animales.
El hombre conoce lo propio, lo indudable, piensa y examina, compara, escoge, forma un juicio con otro y solo en algunos casos permite que otro investigue por el, ahí comienza el problema.
El hombre puede evitar que otro piense por el, pero si no lo hace, entonces es cuando se convierte en esclavo, es cuando ya no se pertenece, es cuando se degrada.
Por otro lado es importante puntualizar que el instinto como resorte conservador de la existencia hace que así como el pájaro construye su nido, un niño nace respira y acepta el alimento.
Entra entonces en acción la inteligencia que nos faculta para recibir mejor las impresiones de los sentidos y comprender los actos que satisfagan nuestras necesidades.
Solo la razón nos proporciona el poder de elevarnos de lo concreto a lo abstracto, es decir, nos conduce a comprender la naturaleza de las cosas.
La razón nos indica la causa que produce las cosas, permite estudiarnos a nosotros mismos, contemplando lo creado y encontrar la verdad que destruye los errores de la intuición y los sofismas de la inteligencia.
También la razón permite crear las ciencias y las artes, por lo tanto, es el patrimonio del hombre que ve en todas las cosas lo real y lo ideal y la causa que lo produce.
Son tres las facultades del hombre, primero es el instinto, que es común a todas las especies vivientes, luego la facultad afectiva que se manifiesta de distintas formas.
La facultad intelectual es quizás la que separa al hombre del resto de las especies porque al reflexionar es que se eleva sobre lo creado.
La masonería utiliza símbolos para poner sobre la mesa todo el conocimiento a favor de cada masón, como lo hicieron en su tiempo hábiles operarios como Zoroastro, Moisés, Salomón, Orfeo, y el resto de los grandes iniciados.
En los templos masónicos se enseña todo lo que el hombre debe aprender para mejorar su vida y los temas como la ciencia del cielo, de los astros y de los fenómenos de la naturaleza.
El conocimiento del corazón del hombre, la historia de sus pasiones y sus vicios, y la manera de perfeccionar la razón y encontrar la verdad que es el objetivo.
Se dice que Pitágoras exigía cinco años de silencio a sus discípulos antes de concederles la gracia de ingresar al santuario para que no hablaran de lo que no entendían.
Es posible que mediante estos conocimientos el masón pueda lograr el inicio hacia la felicidad en esta vida y no con la promesa de la vida eterna después de la muerte.
Sin olvidar jamás que las facultades que le han sido entregadas desde su nacimiento como lo es el pensamiento, sus afectos y su intelecto es el mejor legado.
Ahora podrá aplicar su inteligencia con la rectitud adecuada para cada caso en particular, con valor y prudencia para que su filantropía surta el efecto deseado.
Pero siempre en bien general de la humanidad.
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