domingo, 13 de febrero de 2011

Masonería y el fin a perseguir

Por: Julio Torres

El fin a perseguir en la masonería es muy concreto pero un tanto complejo de razonar, primero a base de símbolos trata de conseguir que el masón supere la barbarie en toda manifestación.

La escuadra y la regla se hacen necesarias herramientas para conseguir entender que es lo que se pretende con esos simbolismos, como son los trazos perfectos y bien nivelados.

Con la filosofía se logra recibirle ya civilizado para perfeccionarle con la razón, animada por el sentimiento e ingresar a las ciencias para completar el aprendizaje.

Los simbolismos hablan de la imaginación y los otros sentidos con la mira de  excitar el deseo de saber y regenerarle por la iniciación del espíritu, tan superior al de la carne como el pensamiento de la materia.

La filosofía ejercita su inteligencia para que libre a su vez a los demás de la esclavitud o el enviciamiento en que viven sin conocerlo.

Al ver una estrella flamante de cinco puntas con la letra G en el centro, la estrella es una alegoría de la razón que nos ilumina y la otra, la letra G de la generación.

Esa inicial de la generación masónica es la que se somete al masón para obligarlo a desbastar de manera simbólica la piedra que representamos cuando comenzamos el estudio.

Es equivalente al despojo de nuestro entender de las escorias del vicio y las preocupaciones que impiden comprender la naturaleza.

Hoy estamos activos y en lugar de aquel símbolo tenemos ahora al sol que es signo jeroglífico de la verdad marchando para difundirla en todas partes como se difunde la luz del sol.

Esa luz al difundirse, desvanece las tinieblas de la ignorancia sin más auxilio que la fe en la perfectibilidad humana y solos tenemos que luchar y destruir el error.

El compañero es el que proclama la igualdad, el que protege como padre al desamparado u oprimido, el que en lo secreto de la familia o en la plaza pública guía a sus hermanos en el camino del progreso.

Es fundamental unirse a otros y a todos para multiplicar nuestros medios y así, nunca guardar para nosotros la verdad, el hombre que se aisla anula las virtudes y talento en la soledad del olvido.

Debemos multiplicar nuestra acción civilizadora, con el objeto de trabajar mancomunadamente en busca de la verdad que sospecha la intuición.

Sacrificarse por adquirir la virtud creada por aquella civilización patriarcal que engrandeció al oriente en tiempos remotos.

La verdad erraba al aparecer en lugares indeterminados cerca de la ignorancia, de manera que levantaron una tribuna a la que subía el que pretendía explicar un  punto de vista científico.

No basta ser estudioso y entendido, es necesario poseer el arte de la palabra, que deleita la enseñanza por medio de la oratoria.

La sabiduría sin la elocuencia o la elocuencia sin la sabiduría, no funcionan, la magia estriba cuando ambas están unidas, esa es la magia.

Civilizar al ser humano se convierte entonces en uno de los objetivos fundamentales de la masonería y como vemos, los recursos son muchos y muy variados para lograrlo.

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