lunes, 14 de febrero de 2011

Masonería y los misterios

Por: Julio Torres

Iniciado en los grandes misterios  de Egipto, Pitágoras era demócrata desde luego por su origen griego y por su instrucción.

Pitágoras poseía una sencillez primitiva sometiéndola a los grados de aprendiz y de orador, sinónimo de estudiante y compañero.

Exigía cinco años de continua disposición y de privados ejercicios antes de tomar la palabra o de subir a la tribuna, quería profundidad de conocimientos.

El talento de persuadir con una razón severa, convencía a los oyentes de tal manera que sus discípulos inculcaron en las masas los principios de igualdad de derechos con el pueblo romano.

De su escuela pitagórica, se sacaron los que llama la historia “tribunos del pueblo”, Jesús dio el título de “apóstoles” y los envió a proclamar los derechos de de los hombres al mundo entero.

La dolorosa experiencia de la Grecia, que moría por haber rehusado entrar a la comunidad política con las otras naciones y el palpitante ejemplo de la grandeza de Roma.

Roma realizaba la unidad administrativa y militar del territorio, por seguir el sistema contrario, le convencieron de que la evolución se esteriliza limitada en el tiempo.

Circunscrita en el espacio o reducida a la identidad geográfica, y previendo la caída del coloso en la orgía del desenfreno, quiso afiliar todas las generaciones y todos los países.

Haciendo a los hombres hermanos y por consecuencia libres e iguales, teniendo por patria al mundo, por ley la razón y por padre al omnipotente.

En la terrible lucha por el trono, despojan al pueblo y los descendientes de los magos, alzaron la tribuna al norte y al sur de Europa, y la esclavitud se convirtió en servidumbre.

Se creó una corporación magnifica del progreso en aquella época de espanto en que, desencadenadas las pasiones se adoraba a Dios, como entre los salvajes, por el terror de la amenaza, o la gratitud del beneficio.

Al salir del feudalismo y al constituirse los parlamentos, se aprecio más que nunca el poder de la palabra y como el clero se había apoderado de la cátedra, postraron al mundo a los pies del cesar.

La masonería levantó de nuevo la tribuna para probar que todos eran hombres, y el vasallaje sucedió a la servidumbre, aguardando el día en que todos serían iguales, todos soberanos.

El tiempo se ha encargado de hacer muchos cambios, inclusive se estableció el título aristocrático de “maestro ad vitam”, que se interpreta como “venerable gran maestro de todas las logias simbólicas”.

Habilitado como árbitro supremo de la orientación de los trabajos, fundaba templos, los suspendía o cerraba.

Si la lisonja, la vanidad, el orgullo y la intriga, patrimonios de la flaqueza humana, no hubieran presidido la colación de ese grado, los soberanos personajes de la masonería serían grandes pilares de nuestras logias.

Lo verdaderamente valioso sin duda es el legado de Pitágoras, que a pesar de los cambios que muchos hayan tratado de aplicar, los principios pitagóricos siguen y seguirán vigentes por mucho tiempo mientras exista una logia sobre la tierra.

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