Por: Julio Torres:
Muchas veces vemos solo lo que otra persona quiere que veamos sin importarle las consecuencias que ello nos produzca, por el solo hecho de hacernos sucumbir ante sus deseos o requerimientos que no siempre son lícitos.
Lo anterior parece cosa sencilla, sin embargo, es el fenómeno que mayor cantidad de conflictos ha creado en la sociedad actual y casi puedo afirmar que en todo tiempo ha ocurrido esto por ignorancia simplemente.
Hace muchos años en mi pueblo natal vi como un hombre de campo defraudó a un comerciante delante de muchas personas de la manera más simple que haya visto a mi corta edad.
El trato era por unos terrenos al parecer muy grandes pues la suma de dinero que el campesino puso sobre el mostrador del comerciante era muy alta, muchos eran los billetes que vimos todos.
Contaron el dinero entre ambos y llegaron a la conclusión de que la cantidad era exacta y se ajustaba al trato que habían pactado con anterioridad.
Al terminar el conteo apareció un cliente con actitud precipitada solicitando una mercancía que obligaba al comerciante a desplazarse dentro de la tienda unos cuantos metros.
Ese fue el tiempo suficiente para que el campesino volviera a guardar el dinero que en teoría había entregado y cuando el comerciante se desocupó, regresó al mostrador y el dinero ya no estaba.
Al preguntar por el dinero todos los adultos presentes afirmaron que el dinero ya se lo había llevado a su caja cuando se retiró a atender al cliente.
La discusión se acaloró lo suficiente para que salieran a relucir armas de fuego y al comerciante no le quedó más remedio que aceptar lo que todos afirmaron, perdiendo así su patrimonio.
A la fecha entiendo que nosotros los chicos que todo lo vimos, nada pudimos hacer ante esa injusticia, quizás por temor o porque en esos tiempos la palabra de un niño carecía de valor.
He querido contar esta historia porque en la actualidad siguen ocurriendo asuntos como el relatado, solo que ahora no salen a relucir las armas de fuego, es la tecnología la que amedrenta.
Basta con que un vendedor astuto como muchos que andan por allí, sin siquiera cubrirnos los ajos son capaces de engañarnos con palabras de promesa y de fantasía y como solo se requiere firmar, quedamos indefensos como el comerciante de la historia.
Es por eso que he titulado este tema como: Ver o no ver, por el peligro que representa el ver o no ver, porque ahora no necesitamos llevar en el cinturón sumas de dinero alarmante, hoy solo se requiere firmar.
Esa firma tal parece que la plasmamos con una venda que cubre nuestros ojos y resulta que no existe marcha atrás, lo firmado, firmado está y tenemos que cubrirlo a querer o no.
Muchas veces al comprar algo a crédito hasta nos dicen que hay que firmar y que después el empleado nos hará llegar el documento firmado debidamente autorizado.
Hace muchos años algunos negocios se cerraban a la palabra, pero eso solo se veía entre caballeros dignos de toda confianza y muy conocidos, no dudo que muchos de esos negocios hayan terminado con exito.
El mejor consejo puede ser: no permitir que nos obliguen a firmar sin saber exactamente a que nos estamos comprometiendo, esto es, comprender exactamente el concepto: ver o no ver.
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