Esta es
una actividad muy interesante dentro de la masonería, porque tiene que ver ni
más ni menos, que con los niños que comienzan la carrera o sea los aprendices.
La
actividad tiene por objeto conducir a esos niños, en cada una de las
actividades que la orden tiene preparada desde hace mucho tiempo, y que
determina el crecimiento necesario hasta obtener la evolución buscada que
permita un avance justo y perfecto.
Quien
cuida de la columna del norte es el tercero en importancia en orden jerárquico,
y en ausencia de los dos de jerarquía superior, es quien tomará el mando del
grupo.
Como si
se tratara de conducir a niños de kínder, el dirigente comienza por vigilar
desde la forma de ingresar al recinto, y cada uno de los movimientos que los
usos y costumbres dictan a quienes reciben el título de aprendices.
En
efecto, son aprendices los elementos que ocupan su lugar en la zona de la
columna del norte, porque en esa zona la luz es muy tenue, lo cual les obliga a
conducirse con prudencia y acatando cada uno de los lineamientos de manera
obligatoria.
Cada
momento, cada protocolo, cada lineamiento, deberán aprender y respetar al pié
de la letra, de no hacerlo es posible que retrasen su avance en el aprendizaje
necesario u obligatorio, que les permita aspirar al grado inmediato superior.
La
manera de presentar una investigación hacia la búsqueda de la verdad, debe ser
revisada con puntualidad y esmero por el jefe de esa columna, además de
corregir y asesorar cada concepto hasta encontrar el punto óptimo.
El
cuidado y vigilancia de cada uno de los aprendices desde luego que no es una
tarea sencilla, porque el dirigente debe hacer acopio de todos los recursos a
su alcance que permitan primero, diferenciar a cada uno de los aprendices y
luego concatenar los resultados.
Vigilará
también el estado de imperfección de cada uno de los iniciados por los vicios y
las pasiones que, así como la ignorancia que cada un de ellos presenta sin que
se haya percatado hasta el instante en que ha ingresado a la institución.
Alcanzar
la virtud y la instrucción se convertirá en el objetivo primordial, y desde
luego que no se concretará a la misma velocidad en cada uno de los niños, de
tal manera que una vez más su vigilante habrá de tratar a cada uno con la
mesura y tratamiento adecuado.
Simbólicamente
es como si se tratara, de desbastar una piedra informe, es decir, como si cada
aprendiz fuera esa piedra informe, que requiere ser pulida hasta encontrar lo
que será su forma definitiva.
Cada
día, cada semana o cada momento, el interesado deberá tratar de desbastar esa
piedra de que hablamos, pues, a partir de su ingreso, tendrá que hacerse cargo
de su propia vida, porque ahora va a recibir una herramienta que le ayudará en
cada trabajo.
Y así,
al paso del tiempo, encontrará el camino adecuado que le permitirá superar cada
reto que la vida le tenga preparado, y una vez superado, es como será posible
encontrar la felicidad, que habrá de compartir con su familia, sin vicios y sin
pasiones.
El
camino es largo, pero con trabajo y dedicación se puede llegar a la meta cuando
menos lo espere, por el bien general de la orden y de cada masón en particular.
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