jueves, 8 de diciembre de 2011

Cuidando la columna del norte


Esta es una actividad muy interesante dentro de la masonería, porque tiene que ver ni más ni menos, que con los niños que comienzan la carrera o sea los aprendices.

La actividad tiene por objeto conducir a esos niños, en cada una de las actividades que la orden tiene preparada desde hace mucho tiempo, y que determina el crecimiento necesario hasta obtener la evolución buscada que permita un avance justo y perfecto.

Quien cuida de la columna del norte es el tercero en importancia en orden jerárquico, y en ausencia de los dos de jerarquía superior, es quien tomará el mando del grupo.

Como si se tratara de conducir a niños de kínder, el dirigente comienza por vigilar desde la forma de ingresar al recinto, y cada uno de los movimientos que los usos y costumbres dictan a quienes reciben el título de aprendices.

En efecto, son aprendices los elementos que ocupan su lugar en la zona de la columna del norte, porque en esa zona la luz es muy tenue, lo cual les obliga a conducirse con prudencia y acatando cada uno de los lineamientos de manera obligatoria.

Cada momento, cada protocolo, cada lineamiento, deberán aprender y respetar al pié de la letra, de no hacerlo es posible que retrasen su avance en el aprendizaje necesario u obligatorio, que les permita aspirar al grado inmediato superior.

La manera de presentar una investigación hacia la búsqueda de la verdad, debe ser revisada con puntualidad y esmero por el jefe de esa columna, además de corregir y asesorar cada concepto hasta encontrar el punto óptimo.

El cuidado y vigilancia de cada uno de los aprendices desde luego que no es una tarea sencilla, porque el dirigente debe hacer acopio de todos los recursos a su alcance que permitan primero, diferenciar a cada uno de los aprendices y luego concatenar los resultados.

Vigilará también el estado de imperfección de cada uno de los iniciados por los vicios y las pasiones que, así como la ignorancia que cada un de ellos presenta sin que se haya percatado hasta el instante en que ha ingresado a la institución.

Alcanzar la virtud y la instrucción se convertirá en el objetivo primordial, y desde luego que no se concretará a la misma velocidad en cada uno de los niños, de tal manera que una vez más su vigilante habrá de tratar a cada uno con la mesura y tratamiento adecuado.

Simbólicamente es como si se tratara, de desbastar una piedra informe, es decir, como si cada aprendiz fuera esa piedra informe, que requiere ser pulida hasta encontrar lo que será su forma definitiva.

Cada día, cada semana o cada momento, el interesado deberá tratar de desbastar esa piedra de que hablamos, pues, a partir de su ingreso, tendrá que hacerse cargo de su propia vida, porque ahora va a recibir una herramienta que le ayudará en cada trabajo.

Y así, al paso del tiempo, encontrará el camino adecuado que le permitirá superar cada reto que la vida le tenga preparado, y una vez superado, es como será posible encontrar la felicidad, que habrá de compartir con su familia, sin vicios y sin pasiones.

El camino es largo, pero con trabajo y dedicación se puede llegar a la meta cuando menos lo espere, por el bien general de la orden y de cada masón en particular.

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