Por: Julio Torres.
Tres, cinco y siete años de edad en un
niño pudiéramos decir que es uno de los procesos más hermosos que la vida nos
presenta, el niño de tres años nos sorprende con una serie de preguntas que
muchas veces no sabemos como contestar y todo porque nos olvidamos muy pronto
de nuestra infancia, como si esa fuera una condición humana inapelable.
¿Por qué se hace de noche papá? Creo que
todo papá se ha encontrado con esa pregunta y la dificultad de emitir una
respuesta convincente que espera el niño, y sucede que en realidad el niño de
tres años solo espera una respuesta cualquiera, pues todavía se encuentra en
una etapa en la que muy poco le importa el comportamiento del sistema
planetario.
Así como pregunta por el día y la noche,
lo puede hacer con la causa de la lluvia, el viento o de cualquier fenómeno que
pueda apreciar, pues su prioridad es saber de todo lo que está conociendo, de
todo lo que su medio ambiente le presenta ante sus ojos y sencillamente es que
está aprendiendo sobre lo que la vida le presenta.
Muy bien podemos calificar la actitud de
un niño de estas características como la duda que la vida presenta, hasta
podemos llamarle duda filosófica, porque nada impide cuestionar, nada impide
preguntarse tal o cual cosa y no se trata de que el papá se convierta en un
maestro, ya que el mismo niño va a encontrar las respuestas adecuadas y todas
ellas conforme a su edad y conforme la
manera como dicho niño ve el mundo que le rodea, el mundo que está
descubriendo.
A medida que los días se acumulan en la
vida de ese niño, es claro que las preguntas van cambiando, pero es él quien
sistemáticamente encontrará las respuestas que considere adecuadas, creo que
vale la pena analizar cada una de las preguntas que un niño de estas
características nos presenta y tal vez con ello logremos regresar a nuestra
infancia como medida de aprendizaje y evolución personal.
Los años pasan y a la altura de los cinco
años el mismo niño va comprendiendo que posee una inteligencia pues ya no solo
pregunta la causa de la noche, su inteligencia le indica que existen otros
caminos que le permitirán descubrir de que se trata eso del día y de la noche,
aunque no lo comprenda totalmente, su propia curiosidad le conduce a los
caminos adecuados que le permitirán conocer más.
Curiosamente descubre que de alguna
manera cuenta con el valor necesario y se atreve a hacer cosas que antes temía
realizar, quizás intuitivamente acepta que su comportamiento debe ser con
determinadas reglas que más adelante reconocerá como sistemas rectos de
comportamiento y con la prudencia necesaria que le permitirá hacer las cosas
con los mecanismos establecidos que propician un comportamiento adecuado en la
sociedad.
Comprende además el concepto “ayuda” que
en términos generales calificamos como filantropia, ahora entiende que es un
deber humano ayudar a sus semejantes, con los errores que implica la edad, pero
eso será el principio del camino hacia la comprensión de lo que dicta nuestra
especie, ahora conocerá las normas de
conducta que exige el vivir en sociedad.
Se comprende entonces que el niño en
cuestión ya está transitando en el nivel de los cinco años de edad, pero su
curiosidad afortunadamente no termina, y
es esa curiosidad la que lo conduce a mayores descubrimientos, pero esta vez,
con argumentos más precisos, tratando de encontrar la mejor respuesta a la duda
que le invade.
Ahora ese niño que se preguntaba lo que
causaba el día y la noche ha crecido en edad pero también ha aprendido muchas
cosas y todas ellas necesarias en el proceso de su vida, tal vez todavía son
pocos años, siete y no más, que se consideran la puerta de ingreso a la valiosa
juventud que solo ocurre una vez y nunca
más regresará, lo cual nos obliga a trabajar con inteligencia y rectitud en la
educación de nuestros niños, porque en esos tres, cinco y siete años es donde
se forja el buen ciudadano, el buen hombre o mujer que continuará la obra de
nuestros ancestros, con el valor, la prudencia y la filantropia necesarios de
todo buen ciudadano.
Bien podemos afirmar que lo escrito es el
principio del gran reto para todo ser humano como lo es el conocerse a sí mismo
y cuando se logra, el triunfo se torna cotidiano.
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