lunes, 12 de noviembre de 2012

Los tres, los cinco y los siete años

filosofía,arte,ciencia,cultura

Por: Julio Torres.
Tres, cinco y siete años de edad en un niño pudiéramos decir que es uno de los procesos más hermosos que la vida nos presenta, el niño de tres años nos sorprende con una serie de preguntas que muchas veces no sabemos como contestar y todo porque nos olvidamos muy pronto de nuestra infancia, como si esa fuera una condición humana inapelable.
¿Por qué se hace de noche papá? Creo que todo papá se ha encontrado con esa pregunta y la dificultad de emitir una respuesta convincente que espera el niño, y sucede que en realidad el niño de tres años solo espera una respuesta cualquiera, pues todavía se encuentra en una etapa en la que muy poco le importa el comportamiento del sistema planetario.
Así como pregunta por el día y la noche, lo puede hacer con la causa de la lluvia, el viento o de cualquier fenómeno que pueda apreciar, pues su prioridad es saber de todo lo que está conociendo, de todo lo que su medio ambiente le presenta ante sus ojos y sencillamente es que está aprendiendo sobre lo que la vida le presenta.
Muy bien podemos calificar la actitud de un niño de estas características como la duda que la vida presenta, hasta podemos llamarle duda filosófica, porque nada impide cuestionar, nada impide preguntarse tal o cual cosa y no se trata de que el papá se convierta en un maestro, ya que el mismo niño va a encontrar las respuestas adecuadas y todas ellas conforme a su edad y conforme  la manera como dicho niño ve el mundo que le rodea, el mundo que está descubriendo.
A medida que los días se acumulan en la vida de ese niño, es claro que las preguntas van cambiando, pero es él quien sistemáticamente encontrará las respuestas que considere adecuadas, creo que vale la pena analizar cada una de las preguntas que un niño de estas características nos presenta y tal vez con ello logremos regresar a nuestra infancia como medida de aprendizaje y evolución personal.
Los años pasan y a la altura de los cinco años el mismo niño va comprendiendo que posee una inteligencia pues ya no solo pregunta la causa de la noche, su inteligencia le indica que existen otros caminos que le permitirán descubrir de que se trata eso del día y de la noche, aunque no lo comprenda totalmente, su propia curiosidad le conduce a los caminos adecuados que le permitirán conocer más.
Curiosamente descubre que de alguna manera cuenta con el valor necesario y se atreve a hacer cosas que antes temía realizar, quizás intuitivamente acepta que su comportamiento debe ser con determinadas reglas que más adelante reconocerá como sistemas rectos de comportamiento y con la prudencia necesaria que le permitirá hacer las cosas con los mecanismos establecidos que propician un comportamiento adecuado en la sociedad.
Comprende además el concepto “ayuda” que en términos generales calificamos como filantropia, ahora entiende que es un deber humano ayudar a sus semejantes, con los errores que implica la edad, pero eso será el principio del camino hacia la comprensión de lo que dicta nuestra especie, ahora conocerá  las normas de conducta que exige el vivir en sociedad.
Se comprende entonces que el niño en cuestión ya está transitando en el nivel de los cinco años de edad, pero su curiosidad afortunadamente no termina,  y es esa curiosidad la que lo conduce a mayores descubrimientos, pero esta vez, con argumentos más precisos, tratando de encontrar la mejor respuesta a la duda que le invade.
Ahora ese niño que se preguntaba lo que causaba el día y la noche ha crecido en edad pero también ha aprendido muchas cosas y todas ellas necesarias en el proceso de su vida, tal vez todavía son pocos años, siete y no más, que se consideran la puerta de ingreso a la valiosa juventud que solo ocurre una  vez y nunca más regresará, lo cual nos obliga a trabajar con inteligencia y rectitud en la educación de nuestros niños, porque en esos tres, cinco y siete años es donde se forja el buen ciudadano, el buen hombre o mujer que continuará la obra de nuestros ancestros, con el valor, la prudencia y la filantropia necesarios de todo buen ciudadano.
Bien podemos afirmar que lo escrito es el principio del gran reto para todo ser humano como lo es el conocerse a sí mismo y cuando se logra, el triunfo se torna cotidiano.

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