Por: Enrique Roberto Hernández Oñate
El sistema político es una figura altamente ambiciosa, los que se desenvuelven en este ámbito son como titiriteros manipulando
todo lo que tocan sus manos de tal forma que ayuden a acrecentar sus intereses
económicos o de poder. Procuran a toda costa adjudicarse de la mayor cantidad
de negocios o recursos para que sus demás propiedades en forma de ciudadanos
trabajen al ritmo y en el lugar que ellos mismos imponen.
Hace poco
un evento deportivo se llevó a cabo arrastrando consigo una ola interminable de
quejas, dudas, intrigas hasta sensaciones paranoides sin sentido:
una de aquellas intrigas era que el mundial de fútbol era una cortina de humo
puesta de tal forma que la ciudadanía no pudiera ver las inminentes reformas en
este país, me arriesgo a decir que no fue así, en mi casa y en la de muchos
otros no vi agentes ministeriales, policías o militares obligando a la gente a
ver los tan mencionados partidos de fútbol. Tampoco vi resistencia alguna, el
deporte no es una cortina de humo, solo es deporte.
Aun cuando
todos los canales de televisión o estaciones de radio hubieran estado
transmitiendo las 24 horas las sesiones del congreso, estoy seguro que la mayor
parte de la población se pondría a leer porque les parece aburrida esa
actividad.
Encareciendo
los alimentos e imponiendo más impuestos a la población, el estado nos obliga a
trabajar más provocando cansancio resultando todo esto en sueño y pocas ganas
de ver la realidad. Nos mantienen ocupados para que no veamos lo que sucede,
nos conservan en sueños incitando de igual manera que las mujeres y hombres
tengan que trabajar de a la par dejando a los niños en manos de los poderosos
ambiciosos para moldearlos a la imagen de lo que ellos necesitan.
La
educación dogmática nos lleva a las fauces de empresas que vienen a invertir a
cambio de mano de obra abaratada instruida durante años a ser servil y sumisa,
no permiten que el hombre se vuelva hombre encontrando en sus manos e
imaginación las herramientas para generar bienes o servicios. Esta educación
regulada por el estado, nos reduce a bestias de carga siendo una de sus
máximas, tienes que hacer o ser esto, de otra forma no se puede conseguir el
grado deseado poniéndolos en un lugar peor pagado haciendo aún más
gruesa la venda que les impide vislumbrar lo que hay frente a ellos.
Este tipo
de trampas no solo se ven en todos lados. los maestros someten a sus alumnos y en muchas ocasiones se vuelven el estado
“impidiendo” el crecimiento de los grados menores pidiendo trabajos que a
veces, ni los grados superiores entienden, pero se escudan en ellos queriendo
mantener el estatus sometiendo a los de abajo. Cabe resaltar que los
grados menores no buscan sus respuestas por miedo logrando así pasar a ser propiedad en forma de
ciudadanos.
Todo debe
cambiar desde nosotros, la educación debe perseguir
el objetivo de despertar en el ser humano las habilidades con que nacieron,
debe enseñarnos y guiarnos a utilizarlas de la mejor forma posible, permitirnos
pensar, crear conciencia y razón de esas habilidades tomando en cuenta lo que
queremos hacer.
El
poderoso y ambicioso se cree en un lugar divino escogiendo quien sí o quien no
está preparado para realizar tal o cual cosa pretextando que todo se debe hacer
bien, efectivamente se debe hacer bien pero eso infunde miedo poniéndonos en un
lugar alejado de la valentía de hacer actividades distintas. Si el sistema nos
enseña a poner el 3er tornillo que va en la tercera bisagra de una puerta de
madera de cedro en casas pintadas de blanco, es lógico que no sepamos poner el
2do tornillo que va en la primera bisagra de madera de roble en casas pintadas
de azul. Recuerdo que en la universidad tenía compañeras que se preocupaban por
sacar 10 en todas sus materias y ahora solo son amas de casa, me pregunto ¿por
qué se preocuparon tanto si lo único que buscaban era eso, ser amas de casa?
Hace poco
un joven de unos 22 años de edad aproximadamente iba drogándose con algo que
parecía heroína en piedra en un camión repleto de niños, mujeres, hombres,
ancianos y jóvenes, una señora que iba sentada junto de mí se quejó
discretamente, podría decir que hasta en silencio, esta acción me permitió ver
que estaba pasando para actuar: ¡Oye no hagas eso aquí, bájate, haz lo que
quieras en la calle pero aquí no, yo no quiero oler tus porquerías! Obviamente
se puso agresivo pero mi triunfo fue tal que lo dejo de hacer quizá por pena.
La señora
ahora si se atrevió a hablar aunque temerosa le comenté con todo respeto que ya
no valían sus quejas porque nos las hizo en el momento indicado, solo yo alce
la voz, nadie más lo cual me ponía en el predicamento que el tipo se bajara y
me rompiera la cara. La señora claramente me respondió: es que no se sabe cómo
van a reaccionar, pero éramos tantos que solo dos reaccionaron, los demás
tienen miedo.
No hay
seguridad para nadie, nos mantienen con miedo y aún peor, no nos damos cuenta
que somos más y aun así no actúan.
El
petróleo, la electricidad, y demás cosas que regula el estado, repito, son del
estado, vemos tan poco hacia el futuro que nadie se ha puesto a pensar que
vamos a hacer cuando se acabe el petróleo. Lo único que realmente es mío es
este cuerpo y esta mente.
Todo esto
permite que el primer personaje que se diga libertador se agencie de adeptos
logrando completar el círculo de la ambición. Reiteró que no toda la culpa es
del estado, hoy día con tanta información a la mano los jóvenes y niños lo
único que ven son las redes sociales. Es una culpa compartida. Como aquella vez
que en mi familia se quejaban de que en la secundaria no les enseñaron para qué
sirve el teorema de Pitágoras, les conteste con cierta ironía. ¿Y acaso ustedes
han investigado en internet para qué sirve? La respuesta era más que obvia…No.
El otro
lado de la moneda está en lo que llevan las riendas de las religiones son tan
iguales al estado que se desprecian mutuamente.
En pocas
palabras. el estado nos mantiene en sus manos con nuestra ayuda…
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