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viernes, 4 de julio de 2014

Si está mal, empeorará

filosofía,arte,ciencia,cultura
El fútbol de México
Mucho se ha comentado en torno a los sucesos recientes en Brasil, resulta difícil comprender lo que ocurre dentro del grupo organizador del campeonato mundial de fútbol, los comentarios en México parecen copia fiel de los encabezados periodísticos de los últimos cuarenta o cincuenta años y nadie sabe en realidad que es lo que se debe hacer, vemos que a lo largo de los años siguen siendo los mismos países los que se disputan el triunfo y el resto convertidos en “comparsas” que financian el espectáculo.
Este año, México ha presentado un plantel bastante organizado, con entusiasmo y amor al deporte, sin embargo, desde el primer partido quedó claro que “México no debía avanzar” más allá de lo que los organizadores calcularon, la deficiencia en el criterio de los árbitros quedó manifiesta desde el primer momento, o tal vez dichos árbitros solo estaban obedeciendo órdenes superiores con signo de monedas de alta denominación.
Entiendo que se trata de un espectáculo, pero el resto de la población

puede no entenderlo de la misma manera, ya que sigue llenando los estadios de fútbol y le da seguimiento en los medios electrónicos, aunque solo sea por el placer de organizar reuniones familiares o amistosas, el evento se presenta adecuado y ofrece resultados maravillosos al momento de celebrarse la justa deportiva, las calles desiertas durante los eventos así lo certifican, pero una vez más, el fantasma de la derrota vuelve como ha ocurrido durante tantos años.
Me resulta afirmativo que en México nunca se ha podido triunfar “en equipo”, muchas veces he pensado que la causa debe ser más
profunda de lo que parece, revisando la historia profana y no la oficial, encuentro que México nunca ha sido un país unido; antes de la llegada de españoles ya se encontraba muy dividida esta región, cada pueblo, pequeño o grande buscaba ser independiente, comenzando por la diferencia de idioma o dialecto, como se le quiera definir, de manera que al llegar la conquista, el terreno se encontraba “fértil” con la diversidad de ideas.
Luego, entre los españoles existía una división muy parecida, basta con revisar el momento en el que Hernán Cortés parecía haber logrado
dicha “conquista” y ya se encontraba Pánfilo de Narváez en las costas de México listo a derrocar a Cortés, lo que finalmente no ocurrió tal vez porque Cortés era mejor estratega, o más inteligente, pero lo que resulta incomprensible es que si ambos mostraban lealtad al mismo Rey, se presenta esa traición y muchas más en el correr de los años en la Nueva España.
Después de la llamada “Independencia”, iniciada y promovida por los
“criollos”, que estaban divididos con los emigrantes españoles por infinidad de problemas, aunado a los conflictos de ese tiempo en Europa, se consuma “nuestra independencia” que desencadenó un sinfín de divisiones entre los que “triunfaron”.
Con los postulados de un nativo muy talentoso se construye una
reforma excelente en el papel, lamentablemente al tratar de implementarla, desencadena otros conflictos con nuevas divisiones, hasta que veinte años antes del término del siglo otro nativo talentoso crea una especie de monarquía con los mismos postulados y se consigue un avance sobre todo económico, aunque el social y cultural habrán de tardar un poco más, pero en aquel momento una nueva división produce lo que se conoce como “revolución”.
En el pasado siglo florece otra especie de monarquía pero ahora con “siglas y colores” creando nuevos estilos de divisiones sociales, provocando bastante daño hasta el presente, lo cual me hace pensar que seguimos pensando y preguntándonos: ¿Cómo debe ser nuestro sistema político? Pareciera que seguimos esperando quien nos conteste esa pregunta que no hemos sabido encontrar por nosotros mismos, pues gracias a esas divisiones políticas y a otras de tipo religioso, las familias se han convertido en terreno fértil de una división desdichada.
Es por eso que me permití tomar el tema del fútbol, como muestra clara de lo que ha padecido este México querido, hoy día en el que por fin se ha logrado integrar un equipo de fútbol con bastantes posibilidades de triunfo, agentes externos se han encargado de oscurecer nuestras ilusiones, mi pregunta entonces: ¿Debemos buscar una monarquía o luchamos por una verdadera democracia? o ¿Será entonces que nuestra identidad no se fijado con firmeza? O finalmente es que no tenemos identidad.

Una solución puede ser el trabajo con la niñez actual, que se entere a temprana edad de una historia profana y no una oficial, que le permita comprender lo que ha sido México en los últimos quinientos años, sin afán de encontrar intemperancias, la verdad es necesaria, sin maquillaje, sin mentiras, sin tendencias maliciosas ni fantasías, somos lo que nuestros antepasados quisieron que fuéramos, nuestra obligación hoy, es trabajar por los cambios que sean necesarios y que nuestros hijos y nietos nunca más sean perdedores, que su identidad
sea de triunfadores en todas las actividades sociales, la invitación es que tengamos el valor de iniciar la solución de lo que está mal y posiblemente a mediados de este siglo México girará 180 grados en bien de todos los compatriotas.

martes, 13 de septiembre de 2011

Candor, belleza y fuerza

El candor entendido como sinceridad, pureza y confianza ante los demás, son las características fundamentales que debe poseer todo ser humano que pretende encontrar su verdadera personalidad.

Uno de los métodos más eficaces para descubrir nuestra personalidad sin temor a equivocarnos es el que sugiere la masonería, es como si se nos pidiera regresar a los años primeros de la vida para mostrar ese candor de que se habla.

Ese candor significa también que se debe manifestar ingenuo y sin malicia, como ingredientes justos y perfectos para iniciar el estudio de la humanidad y de nosotros mismos.

Agregando la belleza que es la manera con la que describimos la cualidad de las cosas cuya manifestación produce un deleite espiritual o un determinado goce estético.

La belleza actúa como un fiel de balanza entre el candor y la fuerza, por un lado el candor que se encarga de mostrar lo bello de la vida y de las cosas con desinterés cándido.

Por el lado contrario está la fuerza que es: el vigor físico, la potencia o resistencia para soportar algo que pesa mucho y que tiempo al tiempo somos capaces de soportar o de manejar según sea el caso.

Como una triada perfecta, así se presenta la combinación del candor con la belleza y la fuerza, que bien podemos enlistarlos en un orden inverso o cambiar de posición cada concepto.

Lo importante es que resulta claro que con el manejo de estos tres conceptos es posible conseguir el valor de investigar nuestra verdadera personalidad.

Colocarnos frente a un espejo que refleje la totalidad de nuestro cuerpo, podemos imaginar que estamos viendo un gran bloque rocoso, un bloque sin forma, que ahora nos proponemos esculpir para encontrar esa forma que ni dudar, ya se encuentra en esa roca.

Requerimos de la fuerza para comenzar el trabajo, primero la fuerza de voluntad para tomar con nuestras manos un cincel y un martillo, y desbastar paulatinamente cada centímetro de esa roca.

El cincel es la herramienta que dará forma a ese desbaste, el martillo cuidará que cada uno de los golpes tenga la fuerza necesaria, y la cadencia adecuada para que la forma buscada se manifieste justo como la imaginación la creó.

Una roca sin forma o con ella pero sin un orden especifico, resulta semejante a nosotros cuando nos auto engañamos, es decir, cuando creemos que somos lo mejor de la creación.

La roca que nos permitirá encontrar la forma que suponemos, se encuentra escondida dentro de ella y solo un buen escultor es capaz de descubrir, ni dudar que estamos ante un bebe roca que todavía no sabe quien es.

De la misma forma ocurre con el ser humano, cuando pequeño, no sabe a ciencia cierta como es su forma y solo al paso del tiempo lo va descubriendo, esculpiendo su propio yo.

El conflicto se presenta cuando no hemos tenido la suerte de contar con un escultor magistral que sea capaz de encontrar la mejor figura para cada uno de nosotros.

Este es el momento más doloroso, cuando nos damos cuenta que no hemos estado esculpiendo nuestra personalidad, que hemos permitido que otros se encarguen de ello de manera irresponsable.

Permitir que un escultor experimentado encuentre nuestra personalidad es una falta imperdonable que cometemos, vale la pena reflexionar porque lo hemos hecho, nadie debe decirnos como esculpir nuestra roca, esa es una labor que a cada uno de nosotros corresponde trabajar.

Le invito entonces a que se convierta en su propio escultor, encuentre usted mismo su personalidad, no contrate los servicios de nadie para descubrirse a sí mismo, ahora entiende que solo con fuerza belleza y candor usted se encontrará.