martes, 13 de septiembre de 2011

Candor, belleza y fuerza

El candor entendido como sinceridad, pureza y confianza ante los demás, son las características fundamentales que debe poseer todo ser humano que pretende encontrar su verdadera personalidad.

Uno de los métodos más eficaces para descubrir nuestra personalidad sin temor a equivocarnos es el que sugiere la masonería, es como si se nos pidiera regresar a los años primeros de la vida para mostrar ese candor de que se habla.

Ese candor significa también que se debe manifestar ingenuo y sin malicia, como ingredientes justos y perfectos para iniciar el estudio de la humanidad y de nosotros mismos.

Agregando la belleza que es la manera con la que describimos la cualidad de las cosas cuya manifestación produce un deleite espiritual o un determinado goce estético.

La belleza actúa como un fiel de balanza entre el candor y la fuerza, por un lado el candor que se encarga de mostrar lo bello de la vida y de las cosas con desinterés cándido.

Por el lado contrario está la fuerza que es: el vigor físico, la potencia o resistencia para soportar algo que pesa mucho y que tiempo al tiempo somos capaces de soportar o de manejar según sea el caso.

Como una triada perfecta, así se presenta la combinación del candor con la belleza y la fuerza, que bien podemos enlistarlos en un orden inverso o cambiar de posición cada concepto.

Lo importante es que resulta claro que con el manejo de estos tres conceptos es posible conseguir el valor de investigar nuestra verdadera personalidad.

Colocarnos frente a un espejo que refleje la totalidad de nuestro cuerpo, podemos imaginar que estamos viendo un gran bloque rocoso, un bloque sin forma, que ahora nos proponemos esculpir para encontrar esa forma que ni dudar, ya se encuentra en esa roca.

Requerimos de la fuerza para comenzar el trabajo, primero la fuerza de voluntad para tomar con nuestras manos un cincel y un martillo, y desbastar paulatinamente cada centímetro de esa roca.

El cincel es la herramienta que dará forma a ese desbaste, el martillo cuidará que cada uno de los golpes tenga la fuerza necesaria, y la cadencia adecuada para que la forma buscada se manifieste justo como la imaginación la creó.

Una roca sin forma o con ella pero sin un orden especifico, resulta semejante a nosotros cuando nos auto engañamos, es decir, cuando creemos que somos lo mejor de la creación.

La roca que nos permitirá encontrar la forma que suponemos, se encuentra escondida dentro de ella y solo un buen escultor es capaz de descubrir, ni dudar que estamos ante un bebe roca que todavía no sabe quien es.

De la misma forma ocurre con el ser humano, cuando pequeño, no sabe a ciencia cierta como es su forma y solo al paso del tiempo lo va descubriendo, esculpiendo su propio yo.

El conflicto se presenta cuando no hemos tenido la suerte de contar con un escultor magistral que sea capaz de encontrar la mejor figura para cada uno de nosotros.

Este es el momento más doloroso, cuando nos damos cuenta que no hemos estado esculpiendo nuestra personalidad, que hemos permitido que otros se encarguen de ello de manera irresponsable.

Permitir que un escultor experimentado encuentre nuestra personalidad es una falta imperdonable que cometemos, vale la pena reflexionar porque lo hemos hecho, nadie debe decirnos como esculpir nuestra roca, esa es una labor que a cada uno de nosotros corresponde trabajar.

Le invito entonces a que se convierta en su propio escultor, encuentre usted mismo su personalidad, no contrate los servicios de nadie para descubrirse a sí mismo, ahora entiende que solo con fuerza belleza y candor usted se encontrará.

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