domingo, 1 de mayo de 2011

Masonería y los pasos

mejores hombres para cada actividad social

Por Julio Torres

Dar el primer paso en un bebé es lo más gratificante que he conocido, como es que después de ver nacer a un hijo ahora la vida nos entrega el privilegio de apreciar su primer paso.

Recuerdo cuando mi primer hijo me obsequia la mayor de las alegrías al ejecutar su primer paso, claro que con palabras nunca voy a poder describir esa emoción que experimenté.

Luego dio el segundo, y el tercero y así sucesivamente hasta verlo correr por el jardín, saltar, hacer malabarismos todos ellos muy inteligentes y a veces hasta temerarios.

Pareciera que con cada paso que fue ejecutado día con día, sin palabras contaba  el número de días vividos y como un dato cabal de lo que estaba ocurriendo solo caminaba tres pasos.

El cuarto paso no entiendo porque le costó tanto trabajo, solo llegaba al tercer paso y no existía poder humano que le obligara a dar ese cuarto paso tan esperado y deseado.

Pero cierto día, no solo ejecutó el cuarto paso, sino que de un solo impulso llegó a completar cinco pasos, esto es, como si para él no fuera importante el cuarto paso y simplemente se detuvo al ejecutar el quinto paso.

Muchos de los masones que ahora leen esto quizás comprendan a que me refiero al omitir ese cuarto paso, pues la simbología de los tres primeros pasos es comparativa a los diferentes estados físicos de todo ser humano.

Muchos filósofos han declarado que el número tres contiene toda la simbología de la vida, que todo se debe cuantificar primero en tres etapas y así sucesivamente hasta llegar a la madurez necesaria para bastarse a sí mismo.

De ninguna manera podríamos avanzar del primero al quinto paso, el mismo niño nos demuestra que para llegar al quinto paso habremos de completar los tres primeros pasos,

Una vez que hemos podido dar los tres primeros pasos con firmeza o con la seguridad de que no hay riesgo de fracasar en el intento, la confianza en nosotros mismos nos obliga a llegar hasta el quinto paso.

Un niño puede a los tres años caminar casi con entera seguridad por lo menos dentro de su casa, pues lo mismo ocurre con quien pretende dar sus primeros pasos en el mundo de la filosofía.


También allí, se tiene que aprender a dar esos primeros tres pasos y así como el niño necesita de un guía de confianza para caminar con seguridad esos primeros tres pasos, así el aprendiz de filosofía requiere de un guía.

A partir de ese momento en que el aprendiz de filósofo cumple con sus primeros tres pasos, su guía ya puede comenzar a tomar medidas para que el futuro sea provechoso en todos aspectos.

Muchas veces declaro en mis escritos que el principiante en masonería posee una similitud con un niño de esa edad, porque el aprendiz vive y se entretiene haciendo preguntas.

Desde luego que no todas las preguntas que hace el aprendiz están estructuradas con lógica, pero eso es normal, un niño pequeño de tres años también hace preguntas que muchas veces no acertamos a contestar.

Pero una vez que ese niño ha cruzado la línea de los tres años, sus preguntas cambian, ahora ya queda de manifiesto que en la mente de ese niño ya existe algo que conocemos como: inteligencia.

Va a ser muy interesante que abordemos el mensaje que nos envía la masonería en cada uno de los pasos, pero eso lo trataremos en un futuro próximo.

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