Por: Julio Torres
Fanático es aquel que defiende apasionadamente una postura ideológica o una opinión cualquiera y adquiere el nivel de fanatismo cuando se apoya de manera desmedida una causa.
Apoyar o defender una idea no es malo, solo cambia el concepto cuando apoyamos dicha idea de manera exagerada, esto es, cuando agrandamos la forma de ser ante esa idea.
Muchas veces ocurre que el fanático de un cantante, músico o artista en cualquiera de las bellas artes, exagera la forma de comportarse ante él, cruza entonces la línea invisible que define al admirador del fanático.
Otra modalidad del fanatismo es sin duda la adoración a los dioses, a los santos o a cualquier manifestación religiosa, cuando se agranda la dimensión que cada deidad posee en verdad.
Al renglón fanatismo la masonería le tiene una y muchas recomendaciones, la masonería sabe, que ese es uno de los primeros enemigos a vencer por todo neófito que ingresa a la orden.
Vicios y pasiones, es lo que caracteriza a todos los seres humanos porque desde que nacemos, nuestros padres nos indican que hacer, que no hacer o como hacerlo.
De acuerdo a lo que a ellos les inculcaron desde la cuna, lamentable es que tengan que entregarnos a una serie de vicios y pasiones coronadas con fanatismo.
Cuantas veces hemos escuchado: tengo vicio de la lectura, si desde ese instante ya se auto califica como un vicioso de la lectura, indudablemente que estamos ante un vicioso.
En el mismo tenor nos declaran: soy un fanático de la lectura, en este ejemplo pareciera utilizar un sinónimo y el resultado es el mismo, ser fanático sigue siendo una exageración.
Entonces, fanatismo, vicio y pasión, están más ligados de lo que imaginamos, ahora luchamos contra tres enemigos convertidos en uno solo, pero muy peligroso.
Recomendación importante de la masonería indica que, se deben levantar templos a la verdad, cavar pozos sin fondo a los vicios, dominar las pasiones y guardar silencio.
Que cerca nos encontramos de todos estos asuntos desde que nacemos, y parece que ni enterados estamos, vemos con naturalidad el fanatismo de nuestros padres ante lo divino.
A su vez, ellos lo heredaron de sus padres y eso es lo que hace más peligroso el continuar con esa serie de cosas heredadas, parece que la obediencia la cumplimos como ovejas.
La liturgia masónica declara que: para no sucumbir ante el fanatismo, el vicio y la pasión, se hace necesario volverse albañil, es decir, masón, y construir esos templos a la verdad.
Esos pozos sin fondo a los vicios y a las pasiones, deben ser muy profundos, para que nada ayude a que esos vicios y pasiones salgan a la superficie, que se queden hasta el fondo, enterrados.
Aprendemos a guardar silencio, solo con esa disciplina de silencio, podemos analizar cada uno de los asuntos que la vida nos entrega y no decidir de inmediato a lo que en verdad no entendemos.
A lo anterior se le conoce como duda filosófica, que indica la necesidad de dudar de todo aquello que no conocemos y aunque lo conozcamos parcialmente, la sugerencia es dudar, siempre dudar y analizar.
Esto es lo que el masón reconoce como la mónita del primer grado de la masonería, la duda filosófica, que recomienda analizar todo cuanto nos dicen, antes de tomar alguna decisión.
Mónita significa astucia practicada con amabilidad y halago, entonces, la masonería sugiere que todo cuanto se deba tratar en logia se trabajará por medio de mónitas, o sea, con astucia y amabilidad.
Con astucia y amabilidad se busca manejar el fanatismo, para que nos cause el menor daño posible, de otra suerte puede hacer equipo con los vicios y las pasiones, lo cual no será agradable de ninguna manera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario