Por: Julio Torres
En todas las actividades sociales siempre
se corre el riesgo de cruzar esa línea tan delgada entre un tema sublime que de
no manejarse adecuadamente, lo más seguro es que se puede llegar a lo ridículo
si un exceso de confianza o simplemente un descuido, transforma el resultado de
manera involuntaria.
Generalmente se nos indican a temprana
edad que debemos caminar por el centro de un canal de comportamiento, donde al
lado derecho existe una pared con la resistencia de un papel muy fino igual que
al lado izquierdo y una de las paredes representa la euforia y la otra la
depresión.
Cuando la influencia de la familia y
principalmente de los padres es determinante en las reglas de comportamiento,
se logra que los descendientes se conduzcan al centro en el caminar de la vida,
tal vez en determinados momentos se pudieran dibujar alternativas hacia una u otra pared pero sin llegar
siquiera a tocar dichas paredes.
El conflicto se presenta cuando en verdad
se llega a tocar alguna de esas paredes pero no debemos preocuparnos en la
medida en que ninguna de las paredes sufra algún daño, ya que recordemos que se
trata de paredes de papel.
Como si se tratara de un actor que
interpreta a un personaje cualquiera, pero dentro de un escenario que sabe que
las paredes son de papel y siempre cuidará de justificar que son paredes
sólidas, de tal manera que cuidará de evitar destruirlas conservando así la
magia de una representación teatral.
Cuando el actor exagera la representación
de su personaje, ocurre que llega a destruir parcial o totalmente la pared que
reciba el mal trato y si esa pared representa la euforia, no es difícil
imaginar que la magia de la representación se destruya junto con la pared y el
actor podría perder toda su personalidad.
En la vida real, cuando exageramos el
comportamiento podemos tocar alguna de las paredes o ambas, no puedo calificar
una u otra en mayor o menor calamidad, tanto la euforia como la depresión
resultan altamente peligrosas ya que una puede conducir al suicidio y la otra
al homicidio.
En alguna ocasión un amigo médico
psiquiatra preguntaba a sus alumnos una definición de lo que entendían por
locura y después de escuchar muchas opiniones, el doctor simplemente sugería a
sus alumnos que definieran locura como: La exageración del comportamiento.
Decía el doctor, que todo paciente
considerado enfermo mental, para calificarlo como tal, se hacía necesario que
su conducta tocara de manera exagerada alguna de las paredes de ese canal de
comportamiento y que también era válido el ejemplo para quienes se encontraban
dominados por cualquier tipo de droga que finalmente provocaría la exageración
del comportamiento.
El título del tema es la descripción del
comportamiento de las personas y el definir “de lo sublime a lo ridículo”
significa que la conducta de los seres humanos es tan simple y delicada que la
distancia que media entre lo sublime y lo ridículo es muy pequeña.
Así, la distancia que media entre la
euforia y la depresión también es muy pequeña y siempre se corre el riesgo de
exagerar el comportamiento si por alguna causa se superan los espacios ocupados
por las paredes de la euforia y de la depresión provocando esa exageración del
comportamiento.
Los valores familiares y la buena
educación resultan ser las herramientas necesarias para evitar cruzar de lo
sublime a lo ridículo, con las consecuencias que de ello emanen.