Por: Julio Torres.
Tres años o casi, he
titulado este asunto ya que se trata de una edad maravillosa en el ser humano,
donde todo conflicto es resuelto por medio de preguntas y pareciera que ninguna
respuesta le interesa puesto que su problema no es el saber más, simplemente es
el paquete de dudas que la vida misma le ha entregado desde el momento en que
ha llegado a este mundo donde todo está a la vista y que sea descubierto, y que
mejor que un niño que está a punto de cumplir tres años que es la edad de las
preguntas.
A esta edad se
pregunta: ¿Por qué sale el sol, porqué la luna? ¿Por qué llueve? ¿Por que es de
noche? Y así, todo el tiempo haciendo preguntas que tal vez nos resulta un
tanto difícil de encontrar la respuesta adecuada y sin embargo, es fundamental
contestar de la mejor manera posible aunque ese niño finalmente acepta una u
otra respuesta, inclusive si no recibe ninguna, pero no dude que volverá muy
pronto a preguntar lo mismo, así que habremos de tener respuestas listas y
convincentes.
En otro lugar habrá
un niño que se pregunte el porque él no tiene una casa bonita en un barrio
bonito donde no existan carencias, donde los parques y jardines luzcan las
flores más bonitas o que existan áreas verdes donde se pueda jugar fútbol como
sucede en los mejores estadios, o tal vez esté pensando en lo que comerá si es
que en su casa existe algo con que alimentar ese estomago, que en momentos
parece reclamar la suerte que le ha tocado vivir.
Diferencias
abismales se presentan en el mundo cuando vemos a niños que con dificultad
beben un vaso con leche por orden superior o que tal vez en ese momento no es
leche lo que desean sino un esplendido helado o un trozo de pastel combinado
por muchos tipos de leche.
También existe el
niño que es “forzado” a ingerir todo tipo de vegetales por que se supone que
eso es lo que necesita en su etapa de crecimiento, pero él no esta de acuerdo,
pero que sucede con otro niño que ni siquiera ese plato de vegetales conoce y
mucho menos ha estado presionado con el fin de obligarlo a ingerir esos
alimentos.
En este conjunto de
miradas he podido reflexionar lo que una realidad me presenta, distintas entre
si algunas de ellas pero las de sufrimiento tal vez sean de mayor impacto,
hermoso sería que no existieran miradas tristes, que todos los niños del mundo
siempre pudieran disfrutar de alimentos mínimos necesarios que les permita un
sano crecimiento, pero por desgracia no es así y entonces tampoco comprendo
porque ha sido así siempre.
A los tres años el
niño debe soñar, imaginar y crear un mundo feliz un mundo tal vez imposible,
pero soñar, pues los sueños son el punto de partida de todas las ideas, soñar
es gratis y de esos sueños puede surgir una realidad alcanzable, una realidad
práctica, una realidad que nos permita adecuar este mundo de la mejor manera,
cierto es que los sueños, sueños son, pero no debemos olvidar que un niño de
tres años es un maestro en el arte de imaginar y solo con imaginación es que
podemos transformar el mundo.
Juntos varios niños
tomando agua de un simple grifo, imaginarán que están bajo una cascada hermosa
en algún lugar que bien puede ser un paraíso terrenal, juntos pueden practicar
la música imaginando que a futuro formarán un exitoso grupo musical, juntos pueden
penetrar en el mundo de los libros.
Con esta imagen se
robustece aquel principio: “Uno para todos y todos para uno” con la sencillez
que nos regalan nuestros niños de tres años, creo que es momento de imitarlos
de la mejor manera, sigamos siendo niños y preguntemos a todo mundo lo que debemos
hacer en función de los problemas que nos subyugan, volvamos a esa edad de las
preguntas, en algún lugar encontraremos respuestas, pero, practiquemos el arte
de imaginar en todo momento como si contáramos solo con tres años de vida, o
casi.
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