Por: Julio Torres
Tierra, agua, aire y fuego, los cuatro elementos fundamentales que componen este mundo que habitamos y desde siempre las generaciones han rendido pleitesía al fuego.
Cada determinado tiempo y cada cultura ha realizado una ceremonia “del fuego nuevo”, hay quienes lo hacían cada 50 años y en otros casos cada 12 meses.
Como es el caso en la masonería que se celebra al inicio de actividades en el primer mes del año y ocurre lo mismo en la liturgia católica que lo celebra el sábado santo.
Más que enumerar las fechas en las que esta celebración se lleva a cabo, quiero tratar de entender el objetivo principal de este evento.
La simbología del ave fénix es quizás la más conocida y la que cumple con los requisitos necesarios para comprender la muerte y resurrección o la entrada de una vida a otra.
El principio y el fin o el fin del principio, como juego de palabras, lo cierto es que al observar el comportamiento del fuego al consumir algún material no se puede evitar que la imaginación viaje a lugares insospechados.
Otras veces la fantasía toma figuras incomprensibles, figuras todas ellas extrañas o a veces conocidas pero todas ellas fantásticas.
Como toda ceremonia litúrgica, es acompañada con los aromas de “copal” que hacen más profunda y vivificante cada detalle, cada mensaje y cada objetivo.
Eso indica que el ser humano es la única especie capaz de manejar el fuego a su antojo, como si se tratara del dominio de una fiera peligrosa que obedecerá sin protestar el mandato.
Pero no hay que olvidar que el fuego sin control produce tragedias espantosas, de ahí que sea necesario que el masón aprenda a manejar ese elemento magistralmente.
Labor fundamental del estudio de la masonería es conocer cada uno de los elementos, luchar contra el aire cuando sopla con una gran fuerza que destruye lo que a su paso encuentra.
El elemento tierra, que durante su trabajo de reacomodo destruye lo que el hombre con gran sacrificio construye a costa de su propia sangre inclusive.
El agua, que cuando incrementa su cause pierde respeto a todo lo que interfiere en su camino, como si deseara cobrar el precio de la base de todo ser viviente.
Pero ahí esta el fuego, con su poder coloca en su lugar las cosas y su manera de transformar la materia resulta implacable, ninguno de los tres elementos restantes logra lo que el fuego.
El agua requiere tiempo para transformar la materia, el fuego lo hace de inmediato, así como el agua purifica, el fuego compite en esa purificación, pero con rapidez.
Bien valió la pena el sacrificio de Prometeo cuando fue encadenado a la roca por haber descubierto el dichoso fuego, bien vale la pena la celebración anual masónica.
Una vez concluida la ceremonia del fuego nuevo experimentamos el gran deseo de continuar con el estudio masónico que no tiene fin.
Un año más de trabajos comienza, un año más de experiencias, un año más de expectación y todo gracias a ese fuego nuevo.
Cada enseñanza y cada aprendizaje recibido en logia solo tienen un objetivo fundamental, el trabajo en bien general de la orden, de la humanidad y de cada taller en particular.
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