Un altar es el lugar consagrado donde se realiza el culto religioso,
también reconocido como ara o piedra consagrada donde se ofrecen sacrificios,
contiene una cavidad donde se colocan las reliquias de los mártires.
Hablar de un altar o de una ara, nos estamos refiriendo al lugar más
importante en un templo, y lo definimos como el lugar donde se realizan
ceremonias en honor a la divinidad, de ahí se desprende el titulo de templo.
Luego entonces, habremos de reiterar que el sitio más importante en un
templo, es donde se encuentra el altar, y en ese lugar se realizarán los
juramentos más importantes.
En los templos, donde la masonería realiza sus reuniones de trabajo,
existe ese altar de los juramentos que se denomina: Ara, es en ese lugar donde se
toman las decisiones más importantes.
Esa Ara, se adorna con una serie de elementos que son extremadamente
valiosos de todo masón: un libro de la ley abierto en determinada página de
acuerdo al tema que se deba trabajar.
Sobre él, deberá colocarse el símbolo conocido, compuesto por la
escuadra y el compás, una espada flamígera que en futuro reportaje hablaremos
de ella e iluminado con tres luces durante los trabajos.
El protocolo dentro de los trabajos está perfectamente estructurado,
mantiene una disciplina que impide se pierdan los objetivos puestos sobre la
mesa y cada miembro ejerce su libertad de expresión.
El respeto a esa Ara, desde el ingreso al templo y a la logia,
fortalece cada una de las exposiciones que los maestros hacen sobre los temas
programados durante el ejercicio anual.
Posteriormente, cada uno de los miembros aporta sus puntos de vista
sobre cada uno de los temas trabajados, lo cual permite enriquecer las
exposiciones y cada miembro se lleva a casa lo que entiende y el salario
correspondiente.
Una vez agotados los debates sobre los temas programados, se inicia el
protocolo de clausura de los trabajos del día y desde luego, que la parte
fundamental se realiza frente al altar de los juramentos.
De lo tratado dentro de los templos se obliga a mantener en secreto,
pero ese secreto se solicita porque resulta muy difícil digerir de inmediato
los resultados, se corre el riesgo de equivocarse.
La solemnidad ejercida dentro de las logias, se debe en gran medida a
ese protocolo del que hablo al principio, un altar de juramentos perfectamente
“vestido”, garantiza un desarrollo de trabajos provechosos.
Es posible que la reunión que cada logia organiza una vez cerrados los
trabajos regulares, pone de manifiesto la necesidad de razonar con la
discreción necesaria cada uno de los temas tratados.
Pero insisto, cuando se tratan temas delicados que tienen que ver con
el bien general de la humanidad, no existe mejor recinto que hacerlo ante el
altar de los juramentos.
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