Generalmente
tenemos colocado frente a nosotros algo que interfiere, que impide ver con
claridad las cosas y lo peor es que ni siquiera tenemos conciencia de que algo
obstruye la vista y nos obliga a equivocarnos.
Tal
parece una similitud con lo que ocurre cuando nacemos, dicen que nuestra vista
no es clara del todo y las interferencias se multiplican a tal grado que es muy
poco lo que entendemos de lo que ocurre en el entorno.
La
evolución en nuestra vida se va tejiendo paulatinamente, hasta lograr una
especie de madurez que suponemos, es el mayor de los logros a que tenemos
derecho, pero siempre percibimos que algo falta.
Este
fenómeno, lo describe a la perfección la masonería, que ha diseñado algunos
ejemplos que pone en práctica desde el momento del ingreso a la orden, con la
simbología adecuada.
El
iniciado, no solo se da cuenta que ha estado sujeto a una serie de limitantes
sin darse cuenta, desde luego que no se le puede culpar de lo ocurrido, más
bien lo que se busca es que entienda que ha sido victima de las circunstancias.
Es como
si todo el tiempo ha tenido sujeto el brazo izquierdo que en apariencia es el
que menos utiliza, se puede señalar que siente incomodidad, pero no sabe a que
se debe ese malestar, y poco le importa, la interferencia en su vista es
superior a todo lo que padece.
Ese
paquete de interferencias le obliga a aceptar sin sentir la ayuda de un guía,
que le va indicando por donde caminar y de que manera hacerlo evitando caer.
Puede
caminar o ser arrastrado por los vientos más fuertes, tropezando contra todo
obstáculo que se le presenta, pero gracias al guía que le conduce, nunca
sufrirá percance alguno.
Muy
parecido a la vida real, cuando permitimos que otra persona decida por
nosotros, cuando nos dicen verdades a medias o cuando nos obligan a obedecer
ciegamente en asuntos que en el fondo no comprendemos.
Muchas
veces, quien maneja las circunstancias, acomoda las cosas de tal manera que
nunca nos damos cuenta de la verdad, y hasta intentamos convencer a otros de
que estamos diciendo la verdad, olvidamos que es la verdad de quien nos maneja
y de ninguna manera nuestra verdad.
Este
asunto de permitir que alguien decida por nosotros es más fácil de comprender
si lo aceptamos como fanatismo, ese es el verdadero peligro, volverse
dependiente de algo o de alguien, fanatismo puro.
Para
retirar esa interferencia que impide ver las cosas como son en verdad, es la
manera como la masonería lo ha hecho desde su fundación para preparar
verdaderos hombres libres.
Esa
libertad no es casual, más bien es causal, se consigue por medio de las
herramientas que la masonería coloca en la mesa del análisis, y cuando cada
masón aprende a utilizarlas de manera magistral, la libertad surge, para bien
de su entorno.
El
título que he dado a este tema se escucha simple e inocente, pero no es así, yo
diría que es el asunto más peligroso y que además nos lo enseñan desde que
nacemos, con ello logran mantenernos controlados por sumisión.
Lo
mejor que podemos hacer es tratar de quitar las interferencias en todo momento
y con todas las herramientas que tenemos a la mano.
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