Ego y
temores son los factores más notorios que se manifiestan una vez que se consuma
el ingreso a cualquier asociación civil ya sea deportiva, social, económica o
de cualquier tipo.
Se
parece mucho al momento en que avanzamos del nivel primario en la escuela al
nivel secundario, nuestro ego se incrementa considerablemente, tal vez sentimos
que ahora ya no nos merece el piso que estamos pisando.
En la
masonería no es distinto, cuando se consuma el ingreso a una logia pensamos que
hemos escalado el máximo peldaño de la sabiduría y ahora somos seres
superiores, lo malo es que todo eso no es más que un sueño.
Todavía
no hemos escalado el primer escalón y ya presumimos de súper maestros masones,
no conocemos siquiera el protocolo de una reunión cotidiana y ya comentamos
asuntos que tampoco sabemos si se pueden tratar en logia.
El ego
es la exaltación extrema de la propia personalidad, considerada el centro de la
atención general, y define a una persona reconocida como ego céntrico.
Ese ego
muchas veces es un amor excesivo que uno se tiene a sí mismo, anteponiendo los
propios intereses a los de los demás, no es difícil imaginar que la
calificación es egoísmo.
Curiosamente
aparecen también los temores, si, esos temores que a lo largo de su vida se han
acumulado por medio de fanatismos heredados y que se han aceptado
inconscientemente.
Son
esos temores que manifestamos desde niños, por ejemplo el temor a la oscuridad
que es muy común a temprana edad o el sentir que una persona o algo o alguien
intenta hacernos daño y al final nada de eso existe, todo está en la
imaginación.
Cuantas
veces han surgido temores que en realidad no sabemos de donde provienen,
pensamos que algo malo está a punto de ocurrir y va a hacernos daño, en
realidad no contamos con dato alguno con base firme que nos obligue a temer.
Ego y
temores son tratados de manera independiente por medio de la psicología, sin
embargo, creo que ambos deben tratarse paralelamente, o tal vez la practica nos
asegura que deben tratarse al mismo tiempo.
En la
masonería existen herramientas perfectamente diseñadas para contrarrestar la
influencia nociva que el ego y los temores provocan en los masones de reciente
ingreso.
Podemos
imaginar que al ingresar, somos imagen y semejanza de una piedra, si, una
piedra que no tiene forma, pero eso no lo sabemos, o no lo reconocemos, porque
los parientes y amigos nos adulan y no se imaginan el daño que nos provocan.
La
mezcla del ego y los temores, ambos propiedad personal muy arraigada desde que
nacemos, es tal vez lo primero que debemos erradicar, o por lo menos controlar.
Muy
importante es entonces, tratar de no manifestar ese ego que nos ataca con tal
celeridad y casi no lo percibimos, porque entonces van a aflorar nuestros
temores que nada bueno aportan a nuestra personalidad.
El ego
lo vamos a guardar en algún lugar secreto y posiblemente lo utilicemos cuando
hayamos escalado el último peldaño de la masonería, con la esperanza de que
para entonces los temores hayan salido corriendo de nuestra vida.
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