El secreto en la masonería es necesario
por una diversidad de motivos, pero el más importante es que solo por medio del
secreto se puede obtener un sistema de aprendizaje que de otra manera sería
imposible obtenerlo.
La enseñanza dogmática a la que estamos
acostumbrados impide que el razonamiento ocupe el primer lugar, el sistema
exige que la memoria sea primera y una vez que un conocimiento queda grabado en
la memoria, ahora se exige el razonamiento.
Pareciera que todo es cuestión de
sistema, desde que nacemos estamos expuestos a lineamientos, a normas y
obediencias, no siempre son adecuadas en nuestro desarrollo, es más, la mayor
parte de las veces resultan represivas, como un atentado a la libertad.
No es casual que se pida a todo candidato
que declare ser libre y de buenas costumbres antes de ser aceptado, la razón es
simple, pues solo con sentimientos de libertad se puede llegar a la verdad, no
existe otro camino.
El secreto de ninguna manera se puede
violar, y no es tanto por el temor a una represalia ni nada por el estilo,
simplemente es un secreto que no se revela de inmediato, es más, es un secreto
que contiene muchas interpretaciones y cada uno de los integrantes lo
descubrirá a su tiempo.
Pueden fijarse plazos en la recepción de
ese secreto, sin embargo, es sumamente aventurado establecer un plazo, solo
entiéndase que el poder de absorción de un concepto nunca es igual en todos,
cada uno de nosotros descubrirá respuesta a su velocidad y entendimiento.
Esto no es como en el sistema
tradicional, donde lo importante es que los dogmas sean aprendidos tal como son
expuestos por los catedráticos, sin omitir comas y puntos porque de eso depende
la calificación que se obtenga.
En la masonería no es cuestión de puntos
de calificación, cada uno de nosotros se calificará de acuerdo a su poder de
comprensión y estudio, muchas veces un conocimientos se puede comprender en una
sola exposición, otras veces, hasta escucharlo mil veces.
El destino de esta forma de estudio tiene
un objetivo inicial, tratar de conocerse a sí mismo, es decir, si logramos
vernos como realmente somos y no como creemos que somos, es que hemos dado el
primer gran paso no solo en la masonería, sino en nuestra vida cotidiana.
Si un individuo no sabe como es en
realidad, mucho menos puede saber como es la persona con la que convive de
manera habitual y entonces, el amigo, el vecino e inclusive el pariente va a
ser un autentico desconocido, lo cual le aleja definitivamente de todo.
El mundo real se convierte en un mundo
totalmente ajeno a su vida diaria, de manera que nunca encontrará la forma de
saber como es él realmente y si no se conoce, nunca llegará a conocer a nadie,
aunque lo vea a diario.
Cuando logramos conocernos a nosotros
mismos, podemos afirmar que ya hemos tocado la puerta donde se guarda
celosamente el secreto de la masonería, y para abrir esa puerta solo existe una
llave: La verdad.