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miércoles, 10 de septiembre de 2014

Generación de ideas.

filosofía,arte,ciencia,cultura
Por: Enrique Roberto Hernández Oñate


Es muy frecuente que al caminar de repente nos llegue la inspiración, la solución e incluso que escuchemos nuestro nombre de una voz familiar que nos haga voltear en busca de dicha persona sin encontrarla, sucede muy seguido o por lo menos a mí me pasa de manera frecuente.



Hace muchos años tuve uno de tantos malos días que he tenido en mi vida, sin embargo, escuche también una frase tan sencilla que se me quedo grabada en la memoria: “las palabras se las lleva el viento”, si esto es cierto imaginen ustedes que incluso lo que estoy leyendo en este momento es arrebatado por el soplo llevándoselo a no sé qué lugar, ahí está guardado todo lo que yo estoy platicando convirtiéndose en parte de la “NUBE”, una nube parecida a la que utilizamos para guardar archivos que no caben en nuestra computadora.


¿Pero qué es la nube? Es muy sencillo, la nube es un disco duro, una memoria usb, un disquete en general es una mente enorme capaz de almacenar una cantidad infinita de información. En términos técnicos la nube no es tan intangible, es anfibia porque parte de los datos “físicos” se encuentra en servidores esparcidos por todo el mundo, pero esa información viaja constantemente. La información es energía y mientras se conduce de un lado a otro no la vemos, es como el aire, lo respiramos pero no se ve.



Regresemos en el tiempo y recordemos la siguiente ley: “la energía no se crea ni se destruye solo se transforma”. 
Primero, mi voz es energía que se mueve en ondas. Segundo, pongamos en nuestra mente un gran escenario donde el ozono es un candelabro parecido al de los teatros, la función de este objeto es evitar el fenómeno llamado eco, o lo que conocemos como rebote de sonido.

Los únicos testigos de la inspiración que a continuación explicaré son los volcanes, la malinche, fue la azotea y mi trasero mojado gracias a que un charco lo recibió con singular alegría burlándose de mí, dejando de lado todo este desastre, la conclusión de toda esta agitación mental es la siguiente:
Al ser mi voz energía mi voz nunca se destruye, por lo tanto viaja constantemente en frecuencias imperceptibles por otros oídos humanos, se vuelve infra-sonido, este a su vez rebota quizá con una fuerza mucho menor que en la que se está emitiendo en la atmósfera terrestre, cuando escuchamos una voz familiar y no encontramos a esta persona es porque seguramente ese llamado se hizo hace muchos años y apenas regreso al punto de origen o fue desviado a otro sector.

Nuestras voces en este momento están desplazándose en distintos puntos donde chocan y se esparcen o regresan, si nos llega una respuesta a la mente es porque indudablemente la voz de aquella persona tuvo ese mismo problema y lo resolvió dejando la respuesta en esa nube donde nosotros la captamos, la codificamos gracias a la concentración que ejercemos sobre el cerebro ocupado en buscar una solución.
Nuestro nombre, las ideas, las inspiraciones, el nombre de alguien es muy probable que sea el  producto de un principio Kybaliónico llamado “Generación no creación”. El humano es incapaz de crear algo nuevo, todo existe y de nosotros depende descubrirlo porque el G.’.A.’. lo puso ahí, en ningún momento debemos elevarnos a algo tan supremo como la creación, somos materialmente descubridores.
Al no crear pero si generar debo aceptar que el que escribió la frase: “las palabras se las lleva el viento” tenía tanta razón que esa frase se pudo haber escrito muchos años atrás por un antecesor de él mismo, y lo que estoy leyendo es de alguien que vivió hace siglos. Ahí en el aire, la tierra, el agua, el fuego esta todo lo que necesitamos, todas las ideas, conceptos, conocimientos, solo necesitamos escucharlo y poner mucha atención.
Concentrarse es la vía para capturar la mayor cantidad de ideas que están ahí, es el codificador, pensemos de esta forma; supongamos que una idea es un conjunto de átomos de Oxigeno, nuestra respiración la envía al cerebro donde la codificamos en letras, ideas o materia.



Este texto quizá no sea mío, mi cerebro lo codificó y probablemente lo trajo del pasado porque respire la cantidad correcta y necesaria para llegar a esta conjetura. Con el trasero mojado y un mejor ánimo emprendí mi viaje a la realidad esperando que otra de esas ideas venga hacia mí y me permita continuar escribiendo. 
Yo los invito a ustedes a que se concentren o pongan más atención a su entorno, muy probablemente tengan el codificador correcto para ser los próximos grandes poetas o científicos, pero solo escuchando a la naturaleza y todo lo que en ella contiene, vendrá la inspiración a todos ustedes.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Obra maestra

Somos la obra maestra de la creación, por lo menos los sabios antiguos así lo declararon en su tiempo, comparaban las virtudes del ser humano con los actos instintivos de los animales en la manera como observaron la diferencia, calculaban los ilimitados recursos de la inteligencia al dominar la materia, diseñar leyes y emplearlas en su beneficio, fue entonces cuando gritaron: Somos la obra maestra de la creación.
Dios no puede habernos tratado peor que a los animales, dándonos la previsión de la muerte, es entonces cuando declaran que si a la vida material no sucediera una eterna, nada tendría sentido, quizás a eso se refiera el goce de nuestro pensamiento o nuestra alma, dicho razonamiento sería incompatible si no viniera de un poder superior que hace de nuestro cuerpo el templo en que reina una emanación de la divinidad, esa gran inteligencia que rige al mundo, como la mía al instrumento que me ha dado, soy hecho a imagen y semejanza de Dios.
Afirmo que soy soberano por mi libre albedrío y tengo derechos y deberes que debo respetar en mis semejantes. Así lo declararon los antiguos filósofos y sus ideas no tardaron en verse generalizadas y sostenidas por todos los pensamientos, pero exigían pruebas de la existencia del alma, este raciocinio en lugar de afectarse con la tecnología moderna, adquiere nueva fuerza, lo que puede calificarse como el carácter de la verdad.
Posiblemente esa verdad sea el resultado de la materia orgánica en acción, o viene de una fuerza particular, es como el movimiento de un  péndulo de reloj, movimiento que no existe por sí mismo sino que se mueve por medio de una fuerza aislada, pues jamás un efecto es superior a la causa, admitimos entonces que un cuerpo es un instrumento de una fuerza externa, como ejemplo podemos tomar el efecto del oído como instrumento de la audición, mas no la facultad de oír, el cerebro o los órganos de nuestra maquinaria son los instrumentos del alma o el pensamiento.
Conocemos el magnetismo, el calor, la luz y la electricidad como fuerzas materiales que solo son  modificaciones a distintas apariencias de un éter
universal, fluido que comprendemos por medio de nuestra inteligencia, esos efectos de calor o luz y el resto no puede ser análoga de la materia, es distinta y por eso se le define como fuerza inmaterial ya que nunca se destruye aunque desaparezcan los cuerpos que las representan, por lo que esta idea la concluyo afirmando que es la inteligencia quien domina los efectos caloríficos, eléctricos, luminosos y magnéticos, demostrando que no viene de la materia que es transformable.
Los actos de conciencia que instintivamente nos hacen distinguir lo bueno de lo malo y lo justo de lo injusto, apreciados por la razón, elevan el alma a su divina esencia, a su creador, y nos convencen que el alma es un destello divino, que ha
venido de esa divinidad y que a ella ha de refugiarse, de tal suerte que la inteligencia y el instinto superior se reúnen y demuestran que el alma existe y que a esa alma se debe el pensamiento.
Es lo mismo que comprender una atracción que no atrae, una sensibilidad que no se siente o una fuerza sin origen o punto de partida, porque, si las fuerzas materiales, al destruirse los cuerpos vuelven al seno de la naturaleza de donde salieron, el alma y el poder intelectual de los seres humanos retorna al seno de su creador, “la inteligencia infinita”, demostrando que en verdad somos una obra maestra, una obra divina que es la causa y el efecto, la manera de hacer las cosas, que finalmente se convierte en el legado a las generaciones futuras.