En toda
actividad se necesita un mentor, una persona que sabe más, una persona que esté
dispuesta a compartir su sabiduría sin condiciones, una persona que esté presta
a entregar lo que a ella le fue entregada por ser parte de la especie humana.
Es
falso cuando alguien declara que no necesita un mentor, es falso afirmar que
somos independientes, que nada necesitamos, que todo lo podemos lograr con
esfuerzo personal.
Uno o
varios calificativos se le adjudican a una persona que piensa o afirma que nada
necesita, que todo lo sabe y que es autosuficiente, eso es una falacia que
puede ser destructiva.
Para un
mentor es muy importante conseguir que su protegido se conduzca con verdad y
con razón, de su trabajo depende el éxito de sus proyectos de vida, ambos
reciben beneficios que a futuro se concatenan para bien de otras generaciones.
Se
entiende que si el alumno fracasa en el intento, no se puede responsabilizar al
mentor, los conocimientos impartidos no cambian, porque son producto del
estudio y entregados por el mentor del mentor.
La
cadena de sabiduría está perfectamente estructurado de manera natural, desde
luego que el mentor habrá de investigar la causa por la cual el conocimiento no
ha llegado a su destino.
Es
posible que en el momento de impartir su cátedra, el alumno esta conectado en
otra línea y su poder de concentración se ha nulificado.
Un
mentor no necesariamente va a ser una persona con la que podamos conversar de
manera práctica o real, muchas veces se trata de una voz interior que parece
hablarnos al oído y que sin sentirlo nos entrega mensajes contundentes.
Ya sea
de manera real o práctica, o por medio del pensamiento, en ambos casos lo
fundamental es que siempre estemos dispuestos a escuchar.
Nunca
debemos olvidar el mensaje de nuestros antepasados que indica que para recibir
y entender un conocimiento con exactitud, solo se requiere escuchar y guardar
silencio, para que el mensaje llegue justo a donde debe llegar.
Por
medio de los mensajes que llegan a nuestro oído es como nos hemos desplazado a
través de los años, es tal vez nuestro mentor espiritual quien se ha preocupado
todo el tiempo de enviar datos que nos van a servir para la vida diaria.
Es
posible que a usted querido lector, le haya sucedido que de manera accidental
conoce a determinada persona y sin saber como, de momento se ejerce una
afinidad que no se tenía prevista, lo cual no deja de ser maravilloso.
Es
posible que su mentor espiritual haya diseñado la manera de hacer que se
conozcan por alguna razón especial o necesaria, pues entonces el mejor consejo
es dejar que los acontecimientos fluyan libremente.
Cuando
el mensaje se complete, lo más seguro es que obtiene un resultado fabuloso que
le va a permitir resolver de manera satisfactoria aquello que le quitaba el
sueño.
Es
importante saber que un mentor en verdad no pide nada a cambio, pues el placer
de enseñar es altamente vivificante, creo que no existe mayor satisfacción que
el ver a un alumno aplicar los conocimientos adquiridos por el medio que sea y
verlo satisfecho.
Lo
expuesto en este relato, es parte de una experiencia para normal que
experimenté hace algunas décadas y que en su momento haré publica con el
permiso de ustedes.
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