Tan solo imaginar si el final de mi vida
fuera hoy, cuantas cosas trataría de hacer antes de dar el último suspiro,
junto a la incertidumbre de saber como es el final, cual debería ser mi actitud
ante el evento ineludible que ya está definido, solo que yo no lo conozco.
Pudiera ser que en ese mismo instante
sufriría la mayor desesperación por todo lo que no he terminado, por todo lo
que me he equivocado y ni como corregirlo en este instante.
Tal vez es momento de preguntarme: ¿Qué
obligaciones tengo con el creador? ¿Que obligaciones tengo con mis semejantes?
¿Cómo sería mi testamento si en este preciso momento tuviera que despedirme?
Desde luego que nadie puede estar
preparado llegado este momento, en primer lugar por razón natural desconocemos
el momento final, en segundo lugar va a resultar muy complicado tratar de
resolver en unos minutos lo que debimos hacer a lo largo de la vida.
Sin embargo, este es un buen momento de
pensar que es lo que se debe hacer en un caso como este: ¿Qué espera de mí el
creador? ¿Debo solicitar su perdón? Pero concretamente a que perdón me refiero,
más bien puede ser un perdón o muchos, pero no hay tiempo de definir cual.
Mientras decido que perdón debo elegir,
en este momento puedo preguntarme: ¿Qué obligaciones tengo hacia mis
semejantes? Y de ser posible quisiera encontrar que es lo mejor que puedo hacer
por mis semejantes, tener la oportunidad de ser mejor con ellos.
La otra pregunta se refiere a la manera
de redactar mi testamento, no se en este momento si referirme a los bienes
materiales o a otras cosas, ya que mis bienes materiales carecen de valor en
este momento, finalmente ya no los necesitaré.
Se supone que debo partir sin nada, tal
como llegué en el tiempo que nací y que mi equipaje de viaje solo es el paquete
de experiencias acumuladas durante la estancia en esta vida, entonces: ¿cual
debe ser el contenido de mi testamento?
El contenido va a ser nada menos que el
paquete de experiencias vividas, buenas y malas que a lo largo de los años se
enfrentaron con o sin inteligencia, pues precisamente eso es lo maravilloso de
la vida, que no sabemos si estamos haciendo bien las cosas o no.
Las herramientas que determinan si las
cosas las estamos haciendo bien, son las normas de conducta, que en familia se
establecen y se respetan aún en contra de la voluntad, pero que al respetarlas
garantiza una vida tranquila y productiva.
Entonces, es ahora, en los momentos
últimos, cuando debemos enfrentar los errores y los aciertos, valorarlos y
sacar de esas experiencias el mejor provecho, es como enfrentarse al jurado más
frío que pueda existir, porque se trata del jurado interno al que no podemos
engañar.
Es el momento ideal, todo indica que
estamos a punto de renacer, como si la vida nos estuviera dando otra
oportunidad, esta nueva oportunidad nos la entrega la masonería, limpia pura y
sin mancha, y así la debemos conservar por el resto de la existencia que esté
reservada a nosotros.
Enfrentemos entonces el trauma de un
nuevo nacimiento, una nueva llegada al mundo, como si por arte de magia
iniciara el año uno en esta nueva vida, caminando con la ayuda materna que
cuidará cada momento a partir de este, hasta que las alas nos proporcionen la
oportunidad de volar por iniciativa propia.
Comparativamente avanzaremos en edad,
como avanzamos en el mundo real que sin darnos cuenta acumulamos años y por
ende experiencia que vamos a heredar a nuestros hijos, y así, de manera cíclica
a las nuevas generaciones, por el simple hecho de pensar que hoy es el fin.
Aprovechemos la oportunidad de una nueva
vida.