Habitualmente nos encontramos ante
situaciones que tal vez nos resultan complicadas porque no sabemos exactamente
cual debe ser la actitud que debemos tomar sin perjudicar a terceras personas.
Trataré de describir una situación que es
común entre nosotros cuando nos encontramos frente a un amigo entrañable que
hacía tiempo no visitábamos, de tal suerte que inclusive desconocíamos su forma
de vida actual y mucho menos su estado civil.
Imaginemos que nos presenta a la ahora su
esposa y que resulta ser una dama extremadamente bella, capaz de alterar la
mirada de cualquier persona inclusive del mismo sexo por su presencia
impactante.
Sin haber de por medio la más mínima
intención de otra cosa que no sea la admiración de su belleza, muchas veces
involuntariamente trataremos de exaltar su imagen y presencia con el riesgo de
parecer atrevido, lo cual puede desencadenar un paquete de malos entendidos.
La pregunta entonces es: ¿Cómo debe ser
la actitud en este asunto? ¿Qué decir o que no decir? ¿Cómo debemos actuar sin
el riesgo de lastimar o lastimarnos de manera inútil?
En este momento debe surgir la
herramienta que conocemos como “conciencia”, en efecto, esa es la única
herramienta capaz de solucionar y encontrar el mejor camino que nos permita
encontrar las palabras adecuadas.
En primer lugar, debemos hacer conciencia
de que poseemos eso, una conciencia, que es algo que se encuentra dentro de
nosotros mismos y que nos ha sido entregada desde el momento en que ingresamos
a esta vida y que nuestros padres tratarán de pulir y hacerla brillar en todo
su esplendor.
Suena desde luego un tanto curioso que lo
defina de esta manera, sin embargo, la conciencia que nos fue entregada carece
de vicios y pasiones, por lo tanto solo el medio que nos presenta la misma vida
es lo que va a determinar la manera en que haremos uso de esa herramienta.
Si el ambiente familiar carece de
conciencias pulidas o brillantes, indudablemente que responderemos de acuerdo a
lo que dicta nuestro medio ambiente porque consideramos que eso es lo correcto,
eso es lo que está bien y sin embargo no lo está del todo.
Lo que procede entonces es tratar de
comprender primero lo que es en realidad la conciencia y que no es otra cosa
que esa supuesta voz interna que nos dice que hacer y que no hacer, y no se
trata de un juicio, simplemente se trata de encontrar las palabras adecuadas
que no dañen.
Tal vez el mejor consejo sea actuar con
la debida prudencia que nos permita primero encontrar las palabras adecuadas y
acudir a exaltar el color de la ropa, la actitud interesante de la persona o
tal vez limitarse solo a mostrar un saludo simple, sin calificativos que puedan
desvirtuar una buena intención.
Recordemos que de lo sublime a lo
ridículo media solo una muy pequeña distancia, entonces utilicemos ese sentido
común que bien podemos bautizar como conciencia, y como esta dentro de nosotros
mismos, va a ser muy difícil que nos engañe.
La conciencia entonces es nuestra mejor
aliada para saber que hacer o que no hacer ante situaciones complejas y
aderezadas con prudencia nuestro actuar ante la vida será altamente provechoso.
Por lo tanto, atender a los dictados de
nuestra conciencia es el mejor camino para encontrar la felicidad que tanto
necesitamos en el andar por los caminos de la vida.