Por: Enrique Roberto Hernández Oñate
Pregunte con cierto temor el
nombre de aquella persona que siembra árboles y la respuesta fue “arboricultor”
al principio me costó mucho trabajo pronunciarlo porque parecía trabalenguas, pero
con el tiempo mi boca y mi lengua fueron perfeccionando la palabra. Aquel arboricultor
trataba con sumo cuidado las tablas que servían para resguardar las semillas
llamadas tablas de germinar, ahí tenían que nacer los arbustos.
Una camioneta llegó con unos
costales enormes repletos de las semillas de un árbol que dijeron se llama “ocote”,
se colocaron entre las columnas del vivero hasta que el encargado de recibir mercancías
verificara que efectivamente traían la cantidad y el tipo exacto que se había pedido.
Una vez aceptado, la descarga de las semillas era el siguiente paso; un par de
trabajadores colocaba en sus espaldas los recipientes que contenían las futuras
sombras refrescantes y verdes.
Ese era el primer paso del ciclo,
recibir la semilla, una semilla profana, se me ocurrió nombrarle PROFANO a la
semilla porque viene del latín que significa “Frente al Templo” que en este
caso era frente al vivero. Hoy día escucho esta palabra constantemente en el
taller donde hago mis labores. En algún momento interpreté que decían profano
de forma insultante o discriminatoria a aquella persona que no conviviera en
nuestro lugar de trabajo, pero no es así; nuestra doctrina no intenta dividir
ni segregar, intenta unir y concatenar esfuerzos para lograr un objetivo, la
emancipación del Ser Humano.
Poco rato después de una
explicación de las características propias del árbol, me condujeron a una
siguiente fase, el germinado. Una diminuta semilla es colocada en la tabla de
germinar para que ahí se abra y comience a sacar su raíz. Cinco minutos
después gracias al recorrido, ya estaba colocado frente a la evolución de un ser
vivo, desde la semilla amorfa hasta un arbusto verde y oloroso.
¿Qué es lo que harán si crecen
más? Muy fácil, esa serie de árboles estaban destinados al reforestado de
un bosque cercano y obvio no me quedaría con las ganas de ver ese lugar. Como
quería conocer más me subieron a una camioneta que se dirigiría con varios especímenes
hacia el lugar en el que sería la última morada de los Ocotes. En el lugar se
encontraban cerca de 10 personas con pico y pala haciendo hoyos, cosa que
detuvieron al observar con alegría la llegada del primer cargamento de árboles,
con la esperanza de que sobrevivan a las inclemencias del tiempo y de los embates
de aquellos que no respetan su hogar, su espacio.
Una mujer me pidió que le ayudara
a sembrar dos árboles, una vez aceptada esta tarea tome uno que estaba alargado
y ella tomo otro que estaba creciendo hacia los lados. Cuando llegamos al lugar
ideal para estos nuevos seres, la mujer me comentó que yo había agarrado a un
Ocote macho y ella a un Ocote hembra, que los ocotes masculinos eran altos y
los femeninos eran anchos cosa que me sorprendió mucho y me alegró aún más.
Cuando se introduce el árbol hay
que colocar la tierra que se extrajo para que quede recto y la gravedad no lo
termine tirando, la instructora me dijo que había que darle palmadas a la
tierra colocada para verificar si estaba en terreno firme, cosa que hice en la
primer palmada porque el segundo golpe lo realice a manera de satisfacción.
Ahora el profano estaba convertido en un “recién plantado”, NEÓFITO. Lo neófito es un breve instante, es cuestión de minutos desde que se pone el árbol en el hoyo hasta que se le da la palmada en la tierra, no dura más. Como cuando nos empujan y nos hace ver la luz, solo en ese momento somos Neófitos porque una vez que nos quitan la venda ya somos aprendices.
Y así es como el árbol se convierte en árbol: fue tal mi gusto por la empresa lograda que decidí ponerle nombre a los dos, uno Gea y el otro Geos, como dos pilares, como esa ambigüedad que presenta el sol y la luna, la frontera que delimita al profano del aprendiz.
El pasado con el nombre de
Profano para dejar atrás esas amarguras, rencores, pasiones y vicios.
El presente bajo la sustancia de
Neófito para comprender que el presente se vuelve pasado en un instante, y aun
así hay que seguir y dejarlo atrás.
Un futuro como Aprendiz, porque aquí es donde comienza el verdadero viaje de la vida.
Un futuro como Aprendiz, porque aquí es donde comienza el verdadero viaje de la vida.
"El árbol como el hombre necesitan estar bien sembrados, de otra forma, si las raíces no se aferran con fuerza a la tierra, aunque aparente volar estará cayendo." Enrique Roberto Hernández Oñate.